Los hábitos alimenticios de nuestros bisabuelos que les permitían evitar las enfermedades más comunes
El contraste entre las dietas tradicionales y las actuales resalta la importancia de la simplicidad y los alimentos frescos.
La alimentación ha cambiado drásticamente en las últimas décadas. Mientras que hoy en día la vida acelerada y el acceso a alimentos ultraprocesados dominan nuestras mesas, en tiempos de nuestros bisabuelos, la alimentación era mucho más sencilla, natural y, paradójicamente, saludable.
Sin la influencia de la industrialización alimentaria y el acceso limitado a ciertos productos, los hábitos de las generaciones pasadas guardan claves para comprender por qué enfermaban menos.
El entorno rural y la vida en comunidades pequeñas promovían un acceso directo a los alimentos. Las familias solían cultivar sus propios huertos y criar animales, lo que les permitía consumir productos frescos y no industrializados.
Este modelo de vida, según le dijo la nutricionista Jorgelina Latorraga al medio argentino La Nación, facilitaba que el organismo procesara de manera más eficiente los nutrientes, ya que los alimentos requerían mayor trabajo digestivo por su estado natural.
Menos procesamiento, más salud
Una de las diferencias fundamentales entre la alimentación actual y la de nuestros bisabuelos es la ausencia de productos ultraprocesados. Hoy, con la proliferación de productos empaquetados, conservantes y azúcares refinados, nuestro cuerpo enfrenta mayores desafíos.
Por ejemplo, el consumo de zumos sintéticos y bebidas gaseosas, que reemplazan a la fruta fresca, añade azúcares refinados que el cuerpo absorbe de forma abrupta, generando picos de glucosa y aumentando el riesgo de enfermedades metabólicas.
En cambio, en épocas anteriores, la alimentación estaba basada en productos enteros, sin aditivos. Las carnes, por ejemplo, eran un lujo y se consumían de forma ocasional, mientras que las verduras, frutas y legumbres eran la base de la dieta diaria.
Esta alimentación rica en fibra ayudaba a la regulación del sistema digestivo y a prevenir enfermedades crónicas como la diabetes y los problemas cardíacos, condiciones hoy mucho más frecuentes.
El impacto de la alimentación en la salud
A medida que la alimentación se ha transformado, también lo ha hecho la respuesta de nuestros cuerpos. Estudios actuales indican que el consumo elevado de productos procesados está relacionado con el aumento de enfermedades como la obesidad y la hipertensión.
Nuestros bisabuelos, al seguir una dieta rica en productos frescos, mantenían un equilibrio entre proteínas, carbohidratos y grasas que favorecía su bienestar a largo plazo.
Además, el hecho de que estos alimentos no estuvieran sometidos a procesos industriales preservaba su valor nutricional. En la actualidad, las versiones refinadas de muchos alimentos han perdido gran parte de su fibra dietética, lo que impacta directamente en el funcionamiento metabólico.
Según expertos en nutrición, este tipo de alimentación integral y sencilla es la clave para evitar muchas de las enfermedades comunes que hoy nos afectan.
Así, al observar cómo vivían nuestros bisabuelos, podemos extraer una lección clara: el retorno a una alimentación más natural, menos procesada y con ingredientes frescos podría ser una solución para combatir muchas de las enfermedades que hoy proliferan en la sociedad moderna.