El consumo vuelve a quedar en el centro de la discusión económica en el cierre de 2025. En un contexto atravesado por un proceso de desinflación que se amesetó en torno al 2% mensual y por una actividad que muestra señales dispares, los indicadores de demanda ofrecen una lectura que tensiona la narrativa oficial, enfocada en la baja de los precios como principal vía de mejora del nivel de vida. Los datos más recientes sugieren, sin embargo, que esa relación, al menos en el corto plazo, no termina de traducirse en una recuperación sostenida del consumo.

Los resutados de noviembre interrumpen una secuencia mayormente positiva a lo largo del año
Los resutados de noviembre interrumpen una secuencia mayormente positiva a lo largo del año

Según el último informe que difundió la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC), el Indicador de Consumo (IC) registró en noviembre de 2025 una contracción interanual del 2,8%, mientras que la medición desestacionalizada mostró un retroceso mensual del 1,3% respecto de octubre. Se trata de un resultado que interrumpe una secuencia mayormente positiva a lo largo del año y que vuelve a poner el foco sobre la fragilidad del consumo de los hogares.

El informe señala que el ingreso nominal promedio por hogar se ubicó en $2.582.000 en noviembre, aunque presentó un leve retroceso en términos reales frente a octubre, una vez descontado el efecto de la inflación. En paralelo, el índice de precios al consumidor marcó en noviembre una suba del 2,5%, lo que implicó la tercera variación consecutiva por encima del 2%, luego de varios meses de relativa estabilidad en ese rango. En términos interanuales, la inflación alcanzó el 31,4%, con un acumulado del 27,9% en lo que va de 2025.

Con 2,5%, noviembre implicó la tercera variación consecutiva de la inflación por encima del 2%
Con 2,5%, noviembre implicó la tercera variación consecutiva de la inflación por encima del 2%

Desde la CAC plantean que la evolución del consumo debe analizarse en conjunto con el comportamiento de la actividad económica. En ese sentido, el informe recordó que, tanto en 2024 como en buena parte de 2025, el Indicador de Consumo y el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) compartieron la misma dirección general, aunque a distintas velocidades. Para octubre —último dato disponible— el EMAE creció 3,2% interanual, mientras que el IC todavía mostraba una variación positiva. Sin embargo, en términos desestacionalizados, el consumo cayó 0,5%, cortando una racha de tres meses consecutivos de subas.

La comparación de más largo plazo permite dimensionar la volatilidad del consumo en los últimos años. La serie histórica del Indicador de Consumo, con base 2017=100, exhibe un recorrido claramente irregular, con oscilaciones marcadas y un comportamiento en “serrucho” que refleja la inestabilidad macroeconómica del período. Dentro de ese trayecto, se destacan dos caídas abruptas en 2020, asociadas al impacto de la pandemia, que dejaron una huella persistente en el nivel de consumo.

Desde la asunción de Javier Milei, el 10 de diciembre de 2023, la serie mostró una fase de recomposición posterior a un 2024 contractivo, aunque sin consolidar una trayectoria lineal. Durante 2025, el indicador recuperó terreno en la comparación interanual, en parte explicado por una base de comparación baja, pero alternó avances y retrocesos en la medición mensual. Ese patrón sugiere que, más allá de cierta estabilización macro, el consumo continuó reaccionando de manera sensible a los cambios de ingresos, precios y expectativas.

El informe también incorporó un análisis del vínculo entre consumo e ingresos disponibles de los hogares. El cuadro que compara el Indicador de Consumo con la evolución del ingreso muestra que ambas variables no siempre se movieron en forma sincronizada. En algunos tramos, el consumo acompañó la mejora de los ingresos reales, mientras que en otros se desacopló, evidenciando que la recuperación del poder adquisitivo no se trasladó automáticamente a un mayor nivel de gasto. Esa divergencia aporta una clave para entender por qué la baja de la inflación, por sí sola, no garantiza una reactivación sostenida del consumo.

La recuperación del poder adquisitivo no se trasladó automáticamente a un mayor nivel de gasto
La recuperación del poder adquisitivo no se trasladó automáticamente a un mayor nivel de gasto

Al observar la composición del indicador, se verificaron comportamientos heterogéneos por rubro. En noviembre, indumentaria y calzado crecieron 16,8% interanual, aportando un punto porcentual positivo al índice general, en un contexto de baja base de comparación. Recreación y cultura avanzaron 5,2%, mientras que transporte y vehículos cayeron 2,0% y vivienda, alquileres y servicios públicos retrocedieron 0,6%. El resto de los rubros registró una baja interanual del 5,7%, con una incidencia negativa significativa sobre el resultado final.

En cuanto al consumo masivo, los bienes de rotación rápida (FMCG) mostraron un estancamiento, con una caída interanual del 0,1% y un retroceso desestacionalizado mensual del 1,8%. El informe indica que, si bien el consumo masivo se recuperó levemente tras el fuerte ajuste de 2024, el consumo de bienes durables continuó creciendo, aunque a un ritmo cada vez menor, en un contexto de crédito más volátil y tasas de interés elevadas.

A modo de síntesis, la CAC concluye que el consumo está cerrando 2025 con señales de mayor estabilidad, pero sin una recuperación firme. La desaceleración inflacionaria, que se amesetó en niveles bajos y mostró una leve aceleración en los últimos meses, no logra todavía traducirse en una mejora sostenida del gasto de los hogares. En ese punto, el consumo vuelve a aparecer como uno de los indicadores que más desafía la narrativa oficial y que seguirá siendo clave para evaluar el pulso de la economía en el inicio de 2026.