

El fiscal José María Campagnoli no es nuevo en la Justicia. Integró en la década del 90 un equipo de jóvenes funcionarios judiciales conocidos en el poder como Los Centauros, quienes ganaron gran notoriedad investigando varios casos de corrupción ejecutados a la sombra del menemismo. Frontal, prestigioso y respetado, Néstor Kirchner lo convocó para su primera etapa en el Gobierno, del que fue subsecretario de Seguridad. Pero las cosas han cambiado en la Argentina, el país de los proyectos sin destino.
La suerte de Campagnoli se modificó el día en que comenzó a investigar la forma en que se enriqueció Lázaro Báez, el empresario más cercano a la familia Kirchner. Desde entonces, la Procuradora de la Nación, Alejandra Gils Carbó, se dedicó a hostigarlo para transmitirle el mensaje de desagrado de la Casa Rosada. No sólo lo corrieron de la causa sino que le iniciaron un belicoso proceso de destitución en la Magistratura. Ayer desmantelaron lo que quedaba de su equipo y los enviaron castigados a un sótano para que de las investigaciones anti corrupción no sobreviva absolutamente nada. Una señal que muestra a la Presidenta temerosa cuando la Argentina la necesita decidida y transparente.













