

El PRO vive un tembladeral. Después de la derrota de Patricia Bullrich, que no alcanzó a entrar al balotaje como era el objetivo, los principales dirigentes de una fuerza política que arrancó siendo municipal hace 20 años y hoy tiene gobernadores y vicegobernadores en todos los rincones del país, pasan por un estado de confusión.
No todos. Algunos, como Horacio Rodríguez Larreta, se pronunciaron anticipadamente en contra de cualquier respaldo a Javier Milei. "Es mi límite", dijo.
En rigor, ya lo había decidido antes, cuando era más posible la llegada del líder de la LLA a la Casa Rosada. Pensaba armar una oposición transversal, quizás fuera de Juntos por el Cambio. Ahora piensa algo similar, aunque Sergio Massa aparece con mejores chances de ganar el balotaje, a quien conoce más y de hace mucho tiempo. Sería, en este caso, un espacio "neutral", lo que definitivamente suena como música en los oídos massistas.
Bullrich, por su lado, se apuró en reasumir la presidencia del PRO. Viendo la celeridad que estaban tomando los acontecimientos para las definiciones en torno a la segunda vuelta, decidió no demorarse 48 horas después de su mala experiencia electoral, para no quedar afuera de las decisiones que vienen.
Ella también anticipó su postura, el mismo domingo a la noche, en su discurso de aceptación de la derrota. "Con Massa, no", explicitó, para molestia de los pocos radicales que la acompañaban en el escenario y que cuando la escucharon, se fueron.

De Mauricio Macri muchos esperaban una definición rápida a favor de Milei, pero todavía no lo hizo. Y es probable que no lo haga, o por lo menos que no lo haga pronto. No solo porque su primo Jorge Macri fue tentado para evitar una definición a favor del libertario, sino porque -finalmente- teme volver a perder en la segunda vuelta si el que gana es Massa y no Milei, como a él le gustaría.
Un dirigente porteño que no es macrista dijo a El Cronista: "finalmente, los libertarios solo le garantizan a Jorge (Macri) cuatro legisladores, hicieron una pésima elección, y en cambio Massa hizo una fenomenal elección en la Ciudad. ¿Qué sentido tiene jugarse por Milei si tampoco le garantizará gobernabilidad en CABA?".
Ese es el panorama general, pero aquí y allá, el PRO tiene que salir a contener a sus candidatos y militantes que son interpelados por los votantes, que les piden definiciones acerca de qué votar el 19 de noviembre.
"No es fácil este momento. Estamos en medio de un período de confusión y sin norte, esperábamos mejores resultados, no podemos explicarnos qué pasó, y la gente nos pregunta qué tiene que hacer, cuando nosotros mismos no tenemos la menor idea", se lamentó un joven dirigente de la primera sección electoral.
Y este es el intríngulis de quienes trabajan en el territorio. La dirigencia se inclina por no tomar partido. El riesgo es demasiado alto, tanto hacia un lado como hacia el otro. No hay tiempo para constituir una fuerza política lo suficientemente fuerte como para sentarse a negociar condiciones firmes con ninguno de los dos candidatos que entraron al balotaje.
En el fondo, tampoco tienen ganas de volver a perder, cuando todavía no terminan de pasar revista a lo que todavía les queda, después de la batalla del último domingo.
Para evitar rupturas, Macri, Bullrich y Rodríguez Larreta se reunieron hoy martes buscando acordar los términos del encuentro del miércoles a las 11, que tendrá gran expectativa de la opinión pública y donde "no podemos hacer papelones", según transmitió uno de los organizadores.
Los gobernadores electos del PRO quieren protagonizar las decisiones
Es que los dirigentes se preguntan: "Supongamos que decidimos respaldar a X y X gana las elecciones y nosotros integramos un ministerio, dos, tres. Después del esfuerzo que llevó consolidar una coalición competitiva y propia. ¿Tenemos energía para meternos en un armado con el que no tuvimos nada que ver?".
Quedar al margen es la tentación más fuerte. No solo de los gobernadores del PRO, que no encuentran ningún incentivo para mostrar anticipadamente las cartas. Ellos, Rogelio Frigerio (Entre Ríos) e Ignacio Torres (Chubut) pretenden mayor incidencia en las decisiones del PRO, un partido que sigue manejado desde la Ciudad de Buenos Aires. También Claudio Poggi (San Luis) y Marcelo Orrego (San Juan), que ganaron con sus fuerzas propias integradas a una coalición con PRO.
A ese grupo se suma ahora Jorge Macri, el Jefe de Gobierno electo con el 49,61% porque Leandro Santoro, que salió segundo, desistió de participar en el balotaje que le correspondía por derecho (la Constitución de CABA exige el 50% más un voto para consagrar al titular del Ejecutivo porteño en primera vuelta).

Durante cuatro años, los intendentes del conurbano del PRO buscaron ese protagonismo, pero apenas lo lograron. El intendente de Vicente López tuvo que mudarse a CABA para ascender ese escalón, y Néstor Grindetti logró la nominación para ser candidato a gobernador, pero estuvo muy lejos del triunfo.
Además, perdió Lanús, donde compitió su mano derecha, Diego Kravetz. El intendente de Tres de Febrero, Diego Valenzuela, defendió prácticamente solo su plaza. Y el de La Plata, Julio Garro, todavía aguarda la definición por la intendencia.
Los gobernadores electos no quieren pasar por la misma. Coordinarán seguramente con sus pares de la UCR para diseñar estrategias conjuntas, que seguramente facilitarán el diálogo con la Casa Rosada, gane quien gane. Algunos tienen gran experiencia en la política nacional, como es el caso de Frigerio, que fue ministro del Interior de Macri. Otros se enfrentaron con el kirchnerismo en el Congreso, como es el caso de Torres, quien estuvo en la Comisión de Seguimiento de los Organismos de Inteligencia conviviendo con Rodolfo Tailhade y Leopoldo Moreau.
Difícilmente este grupo de gobernadores electos pueda ser llevado de las narices. De hecho, arrancaron pidiendo que la reunión de la mesa nacional del PRO se pase para el miércoles porque el martes querían coordinar qué hacer entre ellos. Mañana miércoles se encontrarán a las 18 en la Casa de Corrientes con sus pares radicales. Pelearán por su protagonismo. Es un signo de los nuevos tiempos.













