En esta noticia

En la madrugada del lunes, Alberto Fernández recibió una alegría sin igual. La llegada al mundo de su hijo le permitió evadir en su mente, por unas horas, la compleja semana que atravesará el Gobierno con un alarmante dato de inflación de marzo por conocerse el miércoles. También, el nacimiento de Francisco Fernández Yáñez llenó el hueco de otra criatura -de naturaleza política- que ha intentado engendrar, hasta ahora sin éxito.

El "albertismo", mil veces anunciado, pero nunca parido, tuvo un último intento de nacimiento la semana pasada, durante un almuerzo ocurrido el martes en el despacho presidencial, del que participaron el canciller Santiago Cafiero; el embajador en Estados Unidos, Jorge Argüello, y el exministro de Defensa, Agustín Rossi.

En esa comida, donde se acordó votar en favor de la suspensión de Rusia en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, a sabiendas del malestar que eso provocaría en el kirchnerismo, el exministro Rossi contó detalles de un evento sin parangón previsto para el sábado en Rosario y al que acudirían funcionarios y dirigentes del oficialismo de todo calibre, en un intento de parar las disputas internas y el "fuego amigo" de Máximo Kirchner y el gobernador bonaerense, Axel Kicillof.

También, el evento convocado por la Corriente Nacional de la Militancia fungiría como trampolín de lanzamiento de una agrupación plenamente identificada con el Presidente, con la venia de altos funcionarios que participaron de la gestión de Cristina Kirchner y ahora reportan a Alberto Fernández.

Pero a poco de andar, el evento al que asistieron cerca de 1500 militantes y funcionarios de distinto rango se diluyó, y el lanzamiento de una corriente identificada dentro del Frente de Todos con el Presidente se echó -una vez más- para atrás. En la cuna de la Bandera hubo, más bien, apelos a la unidad. Este lunes, el mismo gestor del evento, Rossi, dijo en radio que "los que estábamos allí entendimos que hay que fortalecer el Frente de Todos, fortalecer la unidad, el liderazgo del presidente y la gestión".

Un aviso en la trinchera K

Más enterados de lo que Rossi se traía entre manos, algunas figuras que prefirieron mantener la buena sintonía con la vicepresidenta se bajaron de la convocatoria. Fue el caso del ministro de Ciencia, Daniel Filmus; la titular de la AFIP, Mercedes Marcó Del Pont; la ministra bonaerense y vicepresidenta del PJ nacional, Cristina Álvarez Rodríguez, o el diputado Eduardo Valdés, molesto con el giro obrado para con la Rusia de Vladimir Putin. Acaso la excepción fue la presencia del ministro de Desarrollo Territorial y Hábitat, Jorge Ferraresi, que equilibra y juega, ahora, más cerca del Presidente que de la vice.

El kirchnerismo mandó una clara señal, en las vísperas del encuentro ocurrido en el Mercado del Patio de la ciudad de Rosario. En momentos de extrema tensión en el frente, con reclamos desembarazados para remover figuras del gabinete nacional, el alumbramiento de una línea eminentemente presidencial en el Frente de Todos sería interpretado como una señal de ruptura.

En el Instituto Patria -búnker K- fueron claros: un espacio que se asume albertista no es otra cosa que una trinchera antikirchnerista, una suerte de "infiltrado" en la propia fuerza. Así interpretan las movidas del ministro más leal del Presidente, Juan Zabaleta; del legislador porteño Claudio Ferreño, y del cosecretario de la CGT, Héctor Daer.

Sin embargo, los impulsores de una "línea propia" que banque a Alberto hacia 2023 saben que es el propio Presidente el que dilata la confrontación. En su entorno íntimo, reconocen el desgaste de dos años y medio de gestión con buenos índices de actividad y empleo, pero pésima nota en materia de redistribución del ingreso. Con reclamos para apretar clavijas y atacar con "mano dura" la inflación, Fernández no piensa ahora en romper. De allí que, desde el sanatorio donde pasa las primeras horas de su hijo, agradeciera las flores que Cristina Kirchner le enviara y vaticinara un reencuentro: "Estoy muy seguro de que vamos a hablar con Cristina".

Independientemente del gesto, el albertismo no nato apela a celebrar internas -una "gran PASO desde el último concejal al Presidente", como se dijo en noviembre de 2021- para dirimir en las urnas quién tiene verdaderamente los votos.

El razonamiento que hacen es muy simple: si Fernández no reelige, regresará la grieta, sea por el "neoliberalismo" de Macri y Juntos por el Cambio, o por la confrontación intensa que encarna la Vicepresidenta.