"Cortalo referí", pareció escucharse varias veces esta semana en la City Porteña. El tiempo de campaña se hizo eterno. Y los mercados de una economía a la que para ser sólida le falta mucho, acusaron recibo de cada movimiento. El partido de la campaña terminó casi con el último aliento, haciendo todo para que el dólar no se escapara sideralmente, con una ayuda inédita de los Estados Unidos y con gestos, que buscaron llevar en las últimas horas un mensaje de tranquilidad.

La intención de la Rosada es que se entienda que el lunes, sea cual sea el resultado el domingo, el Gobierno no hará cambios violentos, más allá de los de Gabinete, con los que buscará retomar la iniciativa. También quiso dejar en claro que la mirada fuerte seguirá puesta en la economía, en el pago de deuda y en el acomodamiento geopolítico de la Argentina.

La campaña que culmina no fue una más. Fue, quizás, la más dura de los últimos tiempos para tratarse de una elección legislativa. En intensidad, en dureza, en acusaciones, en revelaciones y en cambios hechos a la fuerza y algunos a destiempo. En todos los lugares en los que todavía la política genera algún tipo de interés se discutió desde la economía personal, el modelo de país, y el liderazgo que estamos dispuestos a tolerar. Este domingo, Argentina elige diputados y senadores, pero también define el tono de los próximos dos años.

El respaldo explícito e inédito de Estados Unidos al presidente Javier Milei marcó la agenda pública y hasta el movimiento de la bolsa local en la última semana. En un contexto de fragilidad y volatilidad cambiaria, ese guiño fue leído como un salvavidas. La duda es si ese salvavidas tiene atada o no una piedra que mantiene al país a flote haciendo una fuerza terrible por sobrevivir a ese peso que recibe. También fue leído como una advertencia: el apoyo tiene condiciones. Ganar. Encontrar consensos. Cortar con China. Y respirar. Alineamiento y previsibilidad.

La campaña fue feroz, sí. Pero lo que viene puede ser aún más desafiante. El nuevo Congreso definirá si el Gobierno logra avanzar con sus famosas reformas estructurales (fiscal, impositiva, previsional, laboral) o si deberá negociar cada coma. El poder económico seguirá teniendo un asiento principal en la mesa chica.

La salida de Gerardo Werthein de la Cancillería, que se concretó este jueves, se adelantó a los anuncios que el propio presidente Javier Milei anticipó para el lunes. Werthein hizo un buen trabajo en la relación con Estados Unidos, donde volcó sus vínculos con el Departamento de Estado y el mundo corporativo. Pero su resistencia a la oficialización de Santiago Caputo como figura central del Gabinete lo dejó en una posición incómoda. Prefirió irse antes que convalidar un esquema que entendió podía desplazarlo en la toma de decisiones.

El Presidente intentará con los cambios de Gabinete mostrar que recupera la iniciativa para la segunda parte de su Gobierno. Además de las modificaciones obligadas, como las de Patricia Bullrich que dejará su cargo en Seguridad para ser Senadora por la Ciudad, la de Luis Petri que sale del Ministerio de Defensa para ser diputado por Mendoza y Manuel Adorni, actual vocero presidencial, que fue electo legislador porteño, ahora se suma la salida Werthein.

Los cambios que se anuncien la semana próxima buscarán mostrar un equipo más alineado y menos expuesto a la dinámica electoral.

En la City, hay tensa calma, ni euforia ni pánico, pero sí incertidumbre. Los operadores financieros no se guian por las encuestas: miran gestos. En las últimas horas el Gobierno dio uno muy claro. El reemplazo en Cancillería. Pablo Quirno, actual secretario de Finanzas y hombre de extrema confianza del ministro de Economía Luis Caputo, no es un simple cambio de nombres. Es una señal directa a los mercados.

Quirno no viene del mundo diplomático. Viene del corazón del equipo económico. Su desembarco en Cancillería sugiere que la política exterior será, en adelante, una extensión de la estrategia financiera. En otras palabras: más Washington, menos Beijing. Más FMI, menos Mercosur. Más pragmatismo, 0 ideología.

El domingo el conteo de votos, irá marcando el tono de las posibles repercusiones en los mercados. En el Gobierno trazan escenarios: un resultado de 30 puntos sería considerado "terrible", dicho a esta periodista por los propios funcionarios. Un número en torno a los 33 o 34 puntos permitiría mostrar una elección aceptable. Y si el oficialismo lograra los 35 puntos, será leído como un respaldo sólido al rumbo económico.

La estrategia oficial apunta a nacionalizar el resultado, a pesar de que la decisión judicial indica mostrar los datos provincia por provincia. En la Casa Rosada aseguran que interpretan el fallo como una recomendación, no como una prohibición. Creen que si logran construir un número nacional, podrán presentarlo como una señal de fortaleza ante Estados Unidos y reforzar el respaldo externo.

El Gobierno sabe que el domingo no se juega solo bancas: se juega el poder continuar con su plan. Si logra mostrar un número nacional, aunque sea por la ventana, va a salir a venderlo como respaldo. A Estados Unidos, a los mercados, a los propios, a los ajenos. Si el número no aparece, el lunes no solo será largo, será pesado. En esta etapa, más que votos, lo que el Ejecutivo necesita es aire. Aire político, aire financiero, aire para seguir.