

Aníbal F. se baja de la Provincia, se escuchó el lunes en el Congreso. Lo decían hombres cercanos a Julián Domínguez, presidente de la Cámara de Diputados, con lo que la versión tenía su porción de suave veneno. El martes la misma versión saltó a la Casa Rosada y ya tenía otra entidad. La enseñanza que dejó el paso de Capitanich por la jefatura de Gabinete: para ser candidato, mejor alejarse de esa trinchera ingrata.
Lo que surgió de los despachos oficiales es que el trabajo encomendado a Aníbal ya estaría hecho. Limpió la maleza en la Provincia y despejó el camino para la candidatura de Julián Domínguez. El razonamiento enfrenta un obstáculo no menor: no cuenta con el consentimiento del jefe de Gabinete. También hay una segunda objeción: el intendente de La Matanza Fernando Espinoza.
Eduardo de Pedro no sólo tiene asignado retratarse con los intendentes que vuelven, vencidos. Se le atribuye un lugar en la fórmula con Domínguez, de manera que La Cámpora obtenga el control efectivo del Senado bonaerense. Se sabe de la debilidad de Cristina Kirchner por el joven secretario de la Presidencia: la fórmula que lleve a De Pedro es la fórmula de la Presidenta, asegura un intendente.
Las semanas de cierre de listas otorgan cierta impunidad: se apuesta como cuando se anticipan cambios de gabinete; los periodistas sabemos que la mayoría de las veces se pierde. Pero la versión sobre Domínguez puede haber sido inspirada en espacios más elevados que un despacho oficial: nadie ignora la relación que une al diputado con el papa Francisco.
La Presidenta también cree como Aníbal que la pobreza es un estigma de sociedades septentrionales, pero lo que diga ella parece no tener costo alguno. Quienes la frecuentaron dicen que Cristina Kirchner regresó de la Santa Sede en estado de virtud. La Presidenta parece haber encontrado en Jorge Bergoglio la guía para su etapa crepuscular en el poder, en el caso de que haya crepúsculo.
Las versiones que salen de Balcarce 50 conducen a que el Papa la habría persuadido de la importancia de jugar un papel de articuladora de la estabilidad en la región, después de diciembre. Se ha dicho pero no se necesita indagar mucho para imaginar que al Papa le preocupa la situación de los derechos humanos en Venezuela (Nicolás Maduro no asistió a la audiencia que le había sido concedida en Roma) en un contexto en el que, en una mirada restrospectiva, los liderazgos aparecen más débiles en el continente, como en los casos de Dilma Rouseff, en Brasil, y Michelle Bachelet, en Chile. No es la situación de Cristina Kirchner, quien sigue teniendo niveles de aprobación impensados un año atrás. Los índices de confianza en el gobierno aumentan y la imagen positiva de la Presidenta se sostiene en torno a los 40 puntos, según mediciones de la consultora Poliarquía del último mes.
Durante sus años en la oficina del Departamento de Estado para la región, Tom Shannon, uno de los hombres que mejor conoce América latina en EE.UU., confiaba en que Néstor Kirchner y Lula jugaran un rol de contención de Hugo Chávez. Tal vez ese sea el modelo que imagina Bergoglio para Cristina Kirchner respecto de Caracas, incluso por encima de las instituciones regionales. Nada más lejos de esos que una banca en el Parlasur.
Todas esas ambiciones presumen de un triunfo electoral. Y ese es el mensaje que se busca transmitir desde ciertos despachos oficiales que se inclinan en favor de Scioli en la interna. No contempla las dudas que plantea Florencio Randazzo para la consolidación de la candidatura del gobernador. Un dirigente sugiere seguir los pasos de Randazzo, cuánta virulencia concentra en Scioli. Arriesga incluso la insospechada idea de una fórmula común. Sería interesante conocer la opinión de Randazzo. Si existe convergencia de intereses entre la Presidenta y el gobernador reside en la voluntad de triunfo. La victoria es el verdadero estado de realización del peronismo.
A propósito, ¿cómo sería una transición Cristina Kirchner-Daniel Scioli? "Con mucha comunicación, con mucha conversación. A lo Lula-Dilma", responde Jorge Telerman, además de jefe de campaña de Scioli, ex jefe de gobierno porteño. ¿Y quién va a tener la conducción? "Hasta el 10 de diciembre Cristina Kirchner, sin duda. Este es un país fuertemente presidencialista. Pero a partir de ese día, como hubiera dicho el filósofo Oscar Ringo Bonavena, te sacan el banquito".
Nada de esto sería posible sin la inestimable colaboración de la oposición.













