Mientras la política hace campaña, el sector privado trata de encontrar fortaleza en algún resquicio de sus organizaciones para atravesar las siete semanas que faltan hasta la elección general. Lo que preocupa a los hombres de negocios es saber que el 23 de octubre las turbulencias que tienen por delante no van a desaparecer, sino que incluso pueden hacerse más intensas. Para conseguir los dólares del FMI, Sergio Massa tuvo que aplicar una devaluación y poner un corset sobre los precios con la ilusión de que los indicadores no salten por los aires. Por ahora lo consiguió a medias. El traslado del nuevo tipo de cambio era inevitable, y los congelamientos que el Gobierno fijó hasta después de los comicios solo aplazaron la tensión. Pero puertas adentro, las empresas se ven complicadas para atender todos los frentes sin trastabillar. Con insumos escasos para producir, más impuestos sobre su cadena de costos y con la obligación de financiar un refuerzo salarial para sus empleados, el día a día se hace difícil. En siete semanas, la incertidumbre se reducirá sensiblemente. Por el momento la chance de que se resuelva la elección en la primera vuelta parece poco probable. Pero al menos tendremos dos finalistas: los analistas tienen la certeza de que uno de los dos lugares ya está reservado para Javier Milei. El otro ya motiva una disputa a brazo partido entre Patricia Bullrich y Sergio Massa. La llegada de Carlos Melconian al equipo de Juntos por el Cambio se sentirá desde hoy la campaña. Milei, que retomará sus visitas a provincias y al conurbano, no podrá dibujar recetas en el aire, ya que tendrá enfrente un economista que le marcará la cancha a tiempo completo. Su participación elevará la centralidad del debate económico, y seguramente ayudará a simplificar cuestiones técnicas que hoy quedan centrifugadas en la pelea mediática. Eso implicará que la dolarización dejará de ser tema insignia y empezarán a surgir otros focos, como el rol del Estado, los impuestos, la pobreza y sobre todo, la necesidad de identificar qué tiene adentro el inevitable plan de estabilización que los tres candidatos tendrán que abordar sí o sí. Todo esto actuará como entrenamiento para el primer debate presidencial, agendado para el 1 de octubre en Santiago del Estero. Massa no puede dejar de pensar en cuestiones más básicas, como ser contener la inflación (FIEL ya anotó 12% para agosto) y potenciar el nivel de actividad. Por eso prometió agilizar importaciones a pymes industriales y a las automotrices que congelen precios. Su objetivo es que durante septiembre la cancha se quede quieta.