

Más allá de la incertidumbre que representaría la posibilidad de que no haya acuerdo con los holdouts, el motivo mayor de problemas económicos actuales es el cepo.
El tipo de cambio oficial no refleja la verdadera devaluación del peso que resulta del cobro del impuesto inflacionario necesario para pagar los excesos de gasto del gobierno.
De dicho valor del dólar dependen a su vez los precios de todos los bienes que se pueden importar o exportar y cuyos costos sí reflejan toda la inflación. Por lo tanto, no es de extrañar la asfixia de la producción argentina, que empezó por las economías regionales, relativamente menos eficientes, y hoy afecta negativamente hasta a los sectores más competitivos.
El cepo genera una retención al ingreso de divisas que, hoy, representa un tercio del valor de cada dólar vendido al Banco Central.
Es decir, esta quita es mayor a cualquier otra retención impositiva a las ventas externas, excepto la de la soja, e impacta sobre todas las exportaciones argentinas.
Además, resulta un altísimo impuesto a la llegada de capitales y a financiarse en el exterior; por lo que es entendible que haya casi desaparecido la inversión extranjera.
En una palabra, recién cuando salgamos del control de cambios actual a un mercado único y libre se abrirá la “tranquera” para una recuperación de la producción y la inversión en la Argentina.













