La nueva administración de gobierno dio una clara señal de diálogo a pocos días de asumir. La reunión de Mauricio Macri con los 24 mandatarios provinciales significa un punto de encuentro sin violencia ni ficciones patrias. También denota la intención de recuperar el federalismo sepultado en los últimos años y un cambio en el paradigma institucional en el que ya no entran dicotomías obsoletas como la de civilización o barbarie.

La confrontación a la que nos acostumbró el poder centralizado reciente funcionó bajo clientelismos, corrupción estructural, y el deterioro de un federalismo de concertación establecido en nuestra Ley fundamental. En tal sentido, es muy sano entender la importancia para el sistema federal de la coexistencia armónica y coordinada entre el gobierno central y las provincias.

Nuestro presente necesita la búsqueda de la unidad nacional, por cuanto la situación anómala de estos últimos años afectó la naturaleza del régimen autonómico, la libertad de acción en cada uno de los territorios y la posibilidad de una verdadera democracia consolidada. Por esta razón, entre otras, es sano para la institucionalidad y la República realizar una revisión de la distribución de las competencias entre la Nación y cada una de las provincias.

Habrá que revisar también los pactos federales firmados durante la década del 90, entre los que se encuentran los de transferencias de servicios, educación y salud, y en los que se ha incumplido el principio constitucional de no hay transferencia de servicio sin transferencia de recursos. El nuevo Pacto deberá revertir las acentuadas asimetrías entre provincias ricas y provincias pobres, principalmente en las áreas señaladas y en aquellas áreas que hacen a las infraestructuras sociales y el desarrollo intensivo de nuevas tecnologías.

Para ello, la Nación debe procurar correctamente la protección de seguridad social y la promoción social, y concentrar todos los recursos fiscales federales en una única cuenta que facilite la distribución de recursos con transparencia y equidad. Por lo tanto, este debe ser Un nuevo Pacto por la Equidad Territorial, sin castigar a las provincias de signo político opuesto, como ocurrió durante estos años de disciplinamiento a un poder concentrado bajo lógicas perversas de amigo / enemigo.

Nuestro federalismo no debe ser una declamación de principios sino una forma real del ejercicio de la autoridad institucional. El federalismo es una garantía frente a la discrecionalidad de los gobernantes de turno y su recomposición es vital para completar el desarrollo y el crecimiento de la Argentina.

La Reforma Constitucional de 1994 estableció modificaciones sustanciales en lo referente a esta cuestión, disponiendo que los impuestos indirectos internos y los directos creados sean coparticipables. Para ello creó la necesidad del dictado de una ley convenio donde deben conformarse estos acuerdos entre Nación y provincias para una transferencia adecuada, empero desde hace 21 años se incumple el texto constitucional y al día de la fecha no contamos con una Ley que regule esta cuestión.

Nuestro federalismo correctamente interpretado determina un modelo de convivencia como Nación que implica además el ejercicio del debate y el consenso como herramienta para la construcción colectiva. Por estos valores debemos caminar de la mano de nuestra Constitución. Esa hoja de ruta que nos permita transitar el camino luminoso hacia una Argentina con más igualdad, equilibrada, con mayor desarrollo, sin falsas antinomias y mejor calidad de vida para todos sus ciudadanos.