Cuando el 14 de mayo de 2003, la sociedad argentina se disponía a resolver en una segunda vuelta electoral quién se sentaría en el sillón de Rivadavia, luego del turbulento período socioeconómico signado por la renuncia de Fernando de la Rúa, la semana de los múltiples presidentes y la ulterior designación de Eduardo Duhalde por parte de la Asamblea Legislativa; Carlos Menem decidió retirar su candidatura y ponerle punto final al proceso electoral.

Cuatro días antes del paso por las urnas, entendió que la sociedad ya había elegido a la fórmula Néstor Kirchner/Daniel Scioli, más allá de que la había superado por dos puntos en la primera ronda. Su discurso, desde el resultado obtenido 17 días antes, no había variado. Y fue recién entonces cuando comprendió que el nivel de rechazo a su modelo de gestión derivaría, inevitablemente, en una dura derrota, como proyectaban casi todas las encuestas. La victoria estrecha marcaba un techo de sus posibilidades y el preludio del fin de un movimiento que supo gobernar el país por diez años, pero cuyo tiempo de esplendor ya era parte del pasado.

De hecho, el propio Scioli se había apartado de aquel grupo para desarrollar su carrera política al abrigo del duhaldismo y convertirse en socio fundacional del proyecto nacional kirchnerista. Ayer, comenzó a escuchar las voces de gremialistas, políticos y empresarios que le reclaman seguir los mismos pasos para evitar una derrota contra Mauricio Macri en el ballottage del próximo 22 de noviembre.

Como Menem entonces, el ex motonauta atravesó la primera vuelta apenas dos puntos por encima de su rival. Anclado al kirchnerismo, apenas sumó 180.000 votos respecto de lo recogido en las primarias abiertas y solo 800 en su provincia, pese a que votaron 2.100.000 personas más en todo el país y que el voto blanco se redujo en 600.000 unidades. Como contrapartida, el jefe de Gobierno porteño incorporó 1.600.000 sufragios a su cosecha y su candidata a gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal sumó un millón, contra los 300.000 votos que perdió el jefe de Gabinete Aníbal Fernández, el candidato más K que podía mostrar el Frente para la Victoria en la provincia. Pero los bonaerenses decidieron no seguir por ese camino y los peronistas que aun conservan en sus intendencias un lugar de poder temen que la historia del final del menemismo se repita. Por lo pronto, mientras Macri ensaya un discurso de apertura hacia otras fuerzas y se acerca a Sergio Massa, Scioli apunta a una pelea diferente, en la que se supone victorioso porque ya no cargará con el peso de Aníbal en su boleta, aunque el escenario desfavorable exceda la derrota en su distrito.

La aceptación de un debate presidencial antes rechazado, revela una necesidad de ganar la confianza del electorado que no supo conseguir en los dos meses que separaron a las PASO de la primera vuelta. Pero su afirmación en el kirchnerismo y la idea de demonizar a su rival suponen repetir una fórmula que se mostró agotada. Hoy se cumplen cinco años del fallecimiento de Néstor Kirchner. Y Cristina dejará el poder en 44 días. El techo se ve más cerca y los pronósticos no lo favorecen.