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Es el tema del momento: ¿qué propiedades heredó Máximo Kirchner de sus padres, los presidentes Néstor y Cristina Fernández? ¿Con cuáles se quedará? ¿De cuáles preferiría desprenderse si pudiera?
El finado banquero Jorge Brito decía: "Máximo es pragmático, más parecido a Néstor, pero Cristina es la que lo puede llamar todo los días". Convicción, responsabilidad, ideología, realismo, organicidad, cálculo político, rebeldía individual, espíritu de cuerpo.
¿Cuáles de esas características fueron las que guiaron en algún momento a sus progenitores? ¿Cuál internalizó y cuál olvidó el fundador de la organización La Cámpora antes de cuestionar abiertamente el principio de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y sacudir otra vez a la coalición de gobierno?
En el establishment marcaban ayer que la renuncia del ahora ex jefe del bloque de diputados oficialista no se condice con la imagen que él mismo alentaba en almuerzos con los dueños del capital. El sueño de una burguesía nacional respaldada por un estado fuerte que siempre les vendió no tiene nada que ver con la idea de ser parias del mundo financiero, sino todo lo contrario, es pariente del acceso al crédito internacional.

En los pasillos del Congreso hay quienes creen que fue el corolario de un disgusto más personal que técnico o de fondo con el ministro de Economía, Martín Guzmán. "Máximo tiene grandes diferencias con Sergio Massa, pero igual estableció una relación de respeto y cercanía con el presidente de la Cámara", dice un operador que subraya que probablemente se sintió "ninguneado" por el Palacio de Hacienda y que el comunicado incluso fue producto más de la bronca que de la meditación.
Y claro, la otra posibilidad es la que asocia la movida con dos viejas máximaskirchneristas: hay que gobernar sin pagar costos políticos, y si es inevitable hacerlo, tratar de que la factura le llegue a otro.

La posibilidad de que vengan dos años de no tan buenas noticias económicas ligadas a medidas que se hubieran acordado con el FMI activó el sensor de un Máximo que no quiere ser un Miguel Pichetto en sus días de jefe de bloque de senadores.
Así, dijo priorizar sus convicciones y entonces dijo "yo no la siento, que esto lo defienda otro y de yapa me quedo con el capital simbólico de la resistencia, porque uno nunca sabe y el núcleo duro es el núcleo duro".
¿No era un títere?
En todo caso, la renuncia que actualizó los debates sobre la herencia de los activos políticos de Néstor y Cristina Kirchner también dejó una certeza mucho más relevante: es mínimo lo que importa Máximo al lado de la otra noticia de la semana, que se dio en espejo: Alberto golpeó la mesa y soltó las palabras que el poder económico le venía reclamando desde el día uno.
En el estudio de C5N, apenas una hora y cincuenta minutos después del comunicado de la presidencia del bloque de Diputados, pronunció: "Cristina tiene matices, pero el presidente soy yo".

Humedales en la Asociación Empresaria Argentina.
Mientras se prendían fuego en forma retroactiva cientos de editoriales sobre albertítere, el Presidente activaba una silenciosa estrategia que venía mascullando desde hacía meses. Pareció animarse a ampliar una base de sustentación propia que vaya decantando en un creciente aislamiento del ala más radicalizada del Frente de Todos, con la herejía de que se trata de quienes llevan el apellido Kirchner y sus seguidores.
Por eso le puso interés al pronunciamiento de líderes del Grupo de Puebla y retuiteó el saludo al acuerdo que hizo Lula da Silva, en una delicada forma de marcar que Cristina Fernández puede ir a Honduras a darse un baño de Patria Grande en la asunción de Xiomara Castro, pero que muchos de los que estuvieron ahí le hicieron un guiño a su estrategia y saludaron el acuerdo.
Como sea, la crisis de este 31 de enero es pariente del "comprométase, Presidente" que le dijo en público Cristina a Albertoel 10 de diciembre pasado, que tenía un aire a la rebelión de los ministros renunciantes del 12 de septiembre post PASO, con carta de la vice incluída, que también se había visto venir el día del te-quiero-despedir-pero-no-me-dejan que se había dado en el Ministerio de Economía del 29 de abril.
Además, todo era un poco hijo también de aquella carta del 27 de octubre de 2020 de los "funcionarios que no funcionan" y estaba enlazado a su vez al otro 10 de diciembre anterior en el que la vicepresidenta les había sugerido a muchos ministros se fueran "a buscar otro laburo" si no tenían aguante.

Siempre se había digerido todo con el mantra de que la coalición se estira y no se rompe. Nunca, sin embargo, las diferencias habían sido tan profundas, ni la decisión del Presidente había mostrado un tono tan vaffanculo al respecto.
¿Bancará la gelatinosidad de la alianza oficialista que todo lo contiene tener una oposición fuerte propia dentro, que canalice sus diferencias en una mega PASO de 2023? ¿Y qué harán mientras tanto los funcionarios del palo de Máximo que tengan que aplicar medidas cruciales de baja del gasto en subsidios energéticos -por ejemplo- que ahora no pedirá solo Guzmán, sino el FMI?
El "buen" crecimiento
La irresponsabilidad de Juntos por el Cambio y su política económica que derivó en ir al Fondo Monetario, así como la liviandad con la que hoy se sacan de encima ese balurdo sus principales figuras son un punto que te acerca a entender la bronca de cualquier militante con buena leche del FdT que dice por qué nos tenemos que comer ese garrón ahora. Es cierto, uno puede ver un simplismo similar cuando en el kirchnerismo la tiran afuera y no explican por qué en sus mandatos Cristina Kirchner se fumó los superávits gemelos de Néstor y las reservas del Banco Central cayeron 20 mil millones de dólares aún con controles de todo tipo.
Pero el punto es que llegados hasta acá, el FMI no pide en principio nada que no te fuera a pedir cualquier economista medio progresista que esté pensando cómo volver a tener una moneda, emprolijar suavemente las cuentas y desarmar una máquina de darle plata a los que lo no lo necesitan, como los subsidios.

Es cierto, este acuerdo que -por lo que sabe hasta ahora no obliga a reformas estructurales-, tiene adentro escondido un llamado a volver a discutir todo. Es allá por 2026 cuando haya que empezar a pagar y el país no pueda hacerlo. Ahí se va a venir la noche y las exigencias van a ser otras.
Pero ahora, lo que se dice ahora, lo más complicado que hace el Fondo para el Gobierno no sólo es que va a estar cada tres meses controlando todo, sino que trae a la superficie algo más jodido: obliga a la principal fuerza de centroizquierda de la Argentina a debatir entre sí leyes de gravedad macro que en otros países están saldadas aún en esos espacios y acá ni a palos, como que no te podés pasar de largo con la emisión de moneda, como que las tasas de interés tienen que ser más altas que el costo de vida si no nadie quiere los pesos y como que no podés regalar la energía.
Son todas discusiones que te enfrentan con limitaciones, y que ponen en tela de juicio esa idea de que siempre se le puede dar bomba a todo en aras de maximizar la expansión actual, no importa si te quedás sin dólares o la chocas mañana.
Busquen, a propósito, la primera entrevista en televisión que dio el futuro ministro de Hacienda de Gabriel Boric (https://bit.ly/3oiHHYO). Mario Marcel es uno de los padres de la ortodoxia fiscal trasandina que reconoce la desigualdad que emergió de ese modelo.
Por eso dice cosas que tildarían las compus de los comunicados del Foro de Convergencia, como que va a recaudar 5% del PBI extra con más impuesto a la riqueza, más lucha contra la evasión y más regalías mineras.
Pero también, desde esa tranquilidad, podría dejarle los ojos de huevo a muchos compradores de soluciones mágicas en el ala más radical del oficialismo. No habla de crecimiento económico. Corrige y siempre dice "buen" crecimiento económico. El que se puede sostener y no se consume sus bases.













