

A medida que se acerca el momento de renovar las restricciones que el gobierno nacional y los distritos más afectados deben adoptar por la segunda ola de Covid, queda en evidencia lo extemporáneo que resultó la aplicación del DNU que hizo foco en la suspensión de las clases presenciales. Porque la realidad, solo logró llevar la tensión política general a un nivel de irascibilidad en la que cualquier descalificación pública se volvió mejor opción que levantar el teléfono y hablar.
Con este clima, la única sensación que transmitían los responsables de guiar a la sociedad y adoptar decisiones, era de zozobra. Ayer por lo menos hubo una foto, diálogo y manifestaciones de consenso. Hay una preocupación que no hace falta explicar, de que los números actuales de contagios no son sostenibles. Todo el 2020 el objetivo era aplanar la curva. Hoy no alcanza, hoy hay que bajarla.
Lo que se aprendió con la sobrerreacción de los primeros meses, que partía de premisas justificadas solo con la desesperación de una pandemia que no tenía manual, es a redactar una guía de procedimientos y tener un curso de acción. Algunos se cumplieron y otros tanto no. Hay responsabilidades, pero también los gobiernos, la sociedad y las empresas ya saben que hay costos que no quieren volver a pagar. Ese es el foco que hay que mirar ahora, porque esta instancia no puede quedar sujeta a la voluntad de un Presidente, un gobernador o un jefe de gobierno. Las facturas y lo que se hizo bien y no tan bien debe ser una lección para aprender cuando se apague el Covid. La prioridad tiene que ser aquello que están todos dispuestos a hacer.
Larreta, Kicillof y Fernández ayer volvieron a verse las caras. La vocación de acordar quedó de manifiesto, y algunas de las diferencias también. Habrá que trabajar con la educación, habida cuenta de que el DNU está a punto de convertirse en abstracto más allá de que la Corte Suprema de Justicia esté revisando el tema. No se hizo hincapié en ese punto, porque cada distrito tiene una realidad distinta, y algunos gobernadores están dispuestos a ir un poco más allá incluso que el gobierno nacional.
Parte de la presencialidad va a continuar, haciendo foco en las escuelas primarias y el primer ciclo de la secundaria. Puede ser una fórmula que le permita a la Ciudad mostrar voluntad de no quedarse en el rechazo liso y llano y facilitar una instancia que marque respaldo para reducir la circulación de nuevas actividades. La construcción privada podría quedar afectada en aquellas obras nuevas (no las que tienen un grado alto de avance). Pero eso implica mejorar el control. Las fuerzas de seguridad también intensificarán sus operativos, ya que la idea que debe subsistir es que hay que moverse menos. Hay que esforzarse más en toda la línea. La recta todavía es larga y todos queremos llegar a la curva.














