La polémica sobre el precio de las empanadas que disparó un comentario del actor Ricardo Darín y las réplicas que le dedicaron Javier Milei y Luis Caputo excedió los límites de la batalla cultural. La discusión primero se detuvo en los costos, después pasó por la rentabilidad de quienes venden este tipo de alimentos y finalmente hizo escala en el estado crítico del sector gastronómico, que empieza a sentir que el reconocimiento de la Guía Michelin no llega a ser un antídoto eficaz contra el cierre de restaurantes. El trasfondo de todo este debate es el cambio sustancial en los ingresos de la población que vive hoy la Argentina. El primer impacto a tener en cuenta tiene que ver con la estabilidad de preciosy la apreciación del peso, que mejoró en términos de dólar el flujo de quienes están en la parte media y alta de la pirámide. El segundo impacto lo generó el cambio de precios relativos que se dio a partir de la recomposición del valor de todos los servicios, públicos y privados. El tercero va más allá y es de comportamiento: para una sociedad que se tuvo que preservar como pudo de los sobresaltos de una macro desordenada, la reacción que activó el escenario actual de normalidad no fue el consumo, sino el ahorro. Analistas y empresas miran números de ventas de bienesy no saben contra que año medirse. La locura del 2023 no cuenta y recuperar el 2024 para algunos todavía sigue siendo una meta. Hacia atrás, los tiempos de pandemia hacen todo más borroso. Lo real es que no hay comparación que sirva demasiado, porque se está configurando un nuevo mapa, en el que se están acomodando ganadores y perdedores. Hoy los hogares dedican más ingresos a solventar la luz, el gas, la salud y la educación de lo que lo hicieron en los últimos 20 años. Y ese número para muchos va a seguir creciendo, con lo cual quedan menos ingresos disponibles para ropa, esparcimiento y otros gastos de confort, como salir a cenar afuera. Lo que además hay que tener en cuenta es que los que tienen excedentes los están volcando a bienes que en términos relativos se volvieron más accesibles, en algunos casos por la reaparición de crédito (propiedades, electrodomésticos durables, autos ) o por la baja del dólar (turismo, productos importados a nivel local o comprados al exterior vía Courier). Si hay una cifra que impacta es que en la segunda mitad de abril un millón de personas compraron 2000 millones de dólares. En conclusión, la torta del consumo no se achicó sino que se desplazó. Los hogares con menores ingresos sobreviven con segundas marcas y empanadas caseras, para enlazar con la discusión que reavivó Darín. Los más pudientes se pusieron al día con consumos postergados e incluso ahorran, restando potencia a sectores del comercio, la industria y la construcción que se habían acostumbrado a flotar gracias a una clase media que se sacaba pesos de encima. Más lenta o más rápida, la recuperación va a llegar. Pero no repetirá ninguna foto del pasado.