La cadena de valor textil e indumentaria es parte de la solución

En las últimas elecciones legislativas se ha vuelto a debatir sobre cuáles son las bases del modelo de desarrollo que necesita nuestro país, sin poder ponerse de acuerdo. Mientras la política discute puntos de vista encontrados, la economía nacional ha quedado inmovilizada en un bucle temporal al compás del péndulo económico que ha marcado las últimas décadas.

Rumbos de país contradictorios, modelos diametralmente opuestos, nos han paralizado y han dificultado la construcción de una economía real potente y robusta.

Hoy, y a la luz de ciertas voces que buscan erosionar a la industria textil e indumentaria argentina interpretando estadísticas en forma maliciosa, consideramos importante escribir estas líneas con miras a generar un aporte al debate sobre el desarrollo de nuestro país.

Alcanzar consensos básicos acerca de qué país queremos parecería -a priori- una tarea relativamente sencilla. El objetivo es el desarrollo, para alcanzarlo el mundo no discute si debe desarrollar su industria. Todas las naciones desarrolladas son países industriales. Tampoco se discute si todos los sectores productivos son importantes.

La política industrial, los regímenes de promoción con beneficios crediticios y fiscales, la administración inteligente del comercio y el combate contra la competencia desleal han sido -en todos los casos de éxito a nivel mundial- las herramientas utilizadas para alcanzar mayores niveles de desarrollo.

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Prejuicios ideológicos y argumentos anacrónicos que golpean incansablemente a la industria de bandera, no hacen más que colaborar en lo que Ha Joon Chan ha llamado "patear la escalera", abonando a la adopción de medidas de política económica que han destruido a cadenas de valor completas, llevando al desempleo y a la pobreza a miles de familias, y condenando a los países a seguir siendo subdesarrollados.

En este marco y considerando las fortalezas y potencialidades que tiene nuestro sector, estamos convencidos de que debemos trabajar incansablemente por alcanzar consensos que nos permitan sostener en el tiempo una Política de Estado que busque desarrollar la industria nacional y, en particular, la cadena de valor agroindustrial textil e indumentaria.

Somos una cadena que agrega valor a recursos naturales autóctonos, integrados fuertemente aguas arriba y abajo, y nos complementamos con otras cadenas de valor como la petroquímica, generando más de 300 mil empleos industriales directos en todo el país. Cifras que son aún más auspiciosas si se estima que por cada puesto de trabajo directo industrial se generan 2,5 puestos indirectos.

Empleo que se caracteriza por tener un gran componente federal. Más del 20% de los puestos de trabajo industriales de provincias como Catamarca, La Rioja, Santiago del Estero, o Chaco son textiles, mientras que, en Corrientes, Tucumán, San Luis, San Juan, CABA y Buenos Aires, se acercan y superan el 10%.

Y que, además, tiene un fuerte peso de mujeres en su composición, posicionándonos como el principal empleador femenino de la industria manufacturera. Considerando el empleo total, alrededor de un 75% de los puestos de trabajo de indumentaria es ocupado por mujeres.

Todos estos elementos se vuelven indispensables y son estratégicos frente a las principales problemáticas estructurales que atraviesa nuestro país, que dejan en evidencia que no alcanza exclusivamente con el crecimiento económico si este no contribuye a reducir la pobreza, generar empleo y garantizar ingresos genuinos a la población.

Otro punto que no puede ser soslayado surgió con mayor claridad durante la pandemia. El mundo cerró sus persianas y los insumos y productos finales se volvieron escasos y prohibitivos. En ese contexto, contar con una industria textil fuerte nos ha permitido hacer frente a los requerimientos sanitarios, abasteciendo a todo el país y dejando en evidencia la importancia de la soberanía industrial.

Asimismo, en un contexto de escasez de dólares nuestra cadena de valor cuenta con toda la capacidad para continuar sustituyendo importaciones. Para tomar dimensión, en 2019 la cadena textil argentina importó insumos y bienes finales por 1.173 millones de dólares mientras que el déficit de la cuenta corriente (bienes y servicios) ascendió a -3.710 millones de dólares.

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Así, podríamos contribuir enormemente produciendo más y mejor en la Argentina aliviando el déficit de la balanza de pagos, generando empleo, traccionando al conjunto del aparato productivo e impulsando el desarrollo en diversas zonas geográficas del país, muchas de ellas de las más postergadas fruto de una historia de centralidad en Buenos Aires.

Luego de 5 años de contracción, hoy nos encontramos frente a una nueva oportunidad. La recuperación de la cadena de valor agroindustrial textil e indumentaria ya empezó. El sector textil alcanzó los niveles de producción pre pandemia superando, en los primeros 10 meses del año, por 3 puntos porcentuales el nivel de uso de la capacidad instalada del mismo período del 2019.

Estamos convencidos que el rumbo es mucho más que una vuelta al crecimiento. Nuestro sector está llevando adelante una transformación estructural de la mano de inversiones privadas en modernización tecnológica, difusión de nuevas tecnologías y procesos alineados con los paradigmas de la 4ta Revolución Industrial.

En sólo 9 meses del año, ya se superó el nivel de inversión en bienes de capital -de última generación-de los años 2018, 2019 y 2020 y se alcanzó un nivel similar al 2015. Estamos generando empleo, mayor capacidad instalada de producción y nivel de actividad, ahorrándole al país cientos de millones de dólares en importaciones sustitutivas. Esto es solo el principio, las exportaciones con valor agregado y diseño con marcas argentinas también son nuestros objetivos.

Tenemos un futuro promisorio que solo depende de la decisión política de sostener el rumbo del desarrollo industrial, no podemos permitirnos la torpeza de dejar que opiniones malintencionadas que insisten en golpear a la industria nacional, nos confundan y desvíen de nuestro objetivo que es el desarrollo, esta es una prioridad y un deber que tenemos para y con la sociedad argentina.

No debemos seguir inmovilizados. El mundo continúa avanzando, desarrollando nuevas tecnologías y formas de organización y Argentina no puede quedarse atrás. La política y la sociedad en su conjunto tienen el deber de alcanzar los consensos que nos permitan sostener Políticas de Estado que nos lleven por el camino del desarrollo industrial. Ya es tiempo de abandonar las discusiones destructivas y contribuir todos a la construcción de una Argentina mejor.

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