ANÁLISIS

Idas y vueltas con el FMI, interna y enojo con Guzmán

Le miente a todos, todo el tiempo. Vendió humo y ahora va a tener que hacerse cargo de cómo se resuelve esto". Salvo Alberto Fernández, que lo respalda ciegamente, el enojo con Martín Guzmán entre el resto de los actores de peso del Frente de Todos ya no se disimula.

Consideran que el ministro de Economía le dijo a cada uno de los sectores de la coalición lo que querían escuchar, infló las expectativas y al final del camino dejó al Gobierno en una encrucijada.

Inicialmente insinuó la idea de que podía negociar con el FMI a 20 años, luego prometió que bajarían la sobretasa de intereses que debe pagar Argentina, y finalmente vendió como un hecho que el Fondo aceptaba un sendero gradual de reducción del déficit fiscal, empezando con un 3,3% en 2022.

No consiguió nada.

En octubre el presidente decía -asesorado por Guzmán-que el acuerdo estaba "cerrado" y el tema de las tasas era lo que demoraba una definición. La noche de la elección del 14 de noviembre, que a principios de diciembre iría al Congreso el plan de "metas plurianuales" en base a "los mejores entendimientos" que se hayan alcanzado con el FMI, etc. etc.

El Ministerio de Economía dará a conocer en los próximos días que el déficit fiscal primario (antes del pago de intereses) de 2021 fue de 2,9% del PBI, muy por debajo del 4,5% que establecía el Presupuesto. "Tenías habilitado un déficit de 4,5%, perdiste la elección, y subejecutaste partidas por todos lados para mostrar un déficit mucho más bajo en el año electoral", le recriminan las voces críticas al ministro desde la política oficialista.

A favor del ministro se puede decir que, ante la indefinición política de un rumbo claro para la economía, que acotara la incertidumbre y la desconfianza -entre otras cosas, por la propia interna oficial respecto de ese rumbo- un mayor déficit fiscal financiado con emisión monetaria hubiera significado todavía más presiones cambiarias, menos reservas y más inflación. En contra del ministro se puede agregar que tampoco gravitó para definir el rumbo y siempre apostó a "durar", diciéndole a cada sector del FdT lo que quería escuchar.

Todavía resuena la advertencia de Cristina por el "ajuste fiscal equivocado" tras la derrota aplastante de las PASO y la respuesta de Guzmán de que no había ningún ajuste fiscal.

El problema ahora es que a Guzmán se le acabaron los artilugios para mantener a todos alineados detrás de un supuesto pacto con el Fondo "digerible para la política", cuando se acerca el "deadline" de marzo.

El FMI exige una reducción del déficit fiscal de 0,7 puntos porcentuales por año. Pero como el propio Guzmán mostró 2,9% en 2021, ahora en Washington presionan por un 2,2% en 2022 y 1,5% en 2023.

Esa meta para 2022 sería de por sí desafiante, porque este año no habrá impuesto extraordinario a los altos patrimonios, ni súper soja con ingresos récord por retenciones. El recorte de subsidios económicos (Energía y en mucho menor medida Transporte), que en 2021 llegaron a 3 puntos del PBI, y el aumento de tarifas públicas deberían ser muy significativos para alcanzar el objetivo.

Pero el problema principal es el año próximo. ¿Con qué argumento Guzmán podría convencer a Cristina de que en 2023, el año electoral en el que se juega todo, se vaya a un déficit fiscal de 1,5% del PBI?

Guzmán dice que si hubiera aprobado en el Congreso el Presupuesto 2022 con un déficit de 3,3% del PBI, ése hubiera sido el punto de partida aceptado por el FMI para el sendero de reducción del déficit de 0,7 puntos anuales. ¿Guzmán responsabiliza al show de Máximo Kirchner y la oposición del naufragio de la negociación? ¿Será cierto u otra ilusión que vendió el ministro a la política?

El enojo con Guzmán también refiere a la secuencia con que encaró las negociaciones por la deuda. En lugar de acordar con el FMI en 2020, en medio de la conmoción mundial por la pandemia, con los bonistas jugando a favor, presionando al FMI para cerrar un acuerdo, optó por el camino inverso. En base a sus papers académicos, empezó con los acreedores privados, demoró la negociación con los bonistas, y tuvo que acordar a las apuradas, casi sin quita de capital, extendiendo plazos y sólo con quita de intereses. Ahora los bonistas juegan al revés, presionan en contra en el FMI, porque "esperan que nosotros nos vayamos en 2023, y vengan otros más amigables", continúan las críticas internas.

La conclusión que empiezan a sacar en el FdT es que "estamos en un punto en que cualquier acuerdo va a ser malo". Porque no va a mejorar sustancialmente el riesgo país, ni va a abrir el financiamiento para Argentina los próximos 2 años.

No es una hipótesis descabellada. Los mercados asignan una alta probabilidad a que Argentina vaya a una nueva reestructuración de la deuda, por la concentración de vencimientos que se acumularán a partir de 2026, entre acreedores privados y el FMI si se llegara finalmente a un acuerdo de refinanciación.

Guzmán insiste con que el FMI no dejará en default a la Argentina (en la jerga técnica, los incumplimientos de pagos con el FMI se denominan "arrears", atrasos) porque la magnitud del préstamo que otorgó al país es muy grande y dejaría en una situación de extrema debilidad al organismo.

Incluso, algunos en el Frente de Todos empiezan a ilusionarse con la posibilidad de un nuevo "stand by", un "acuerdo cortito", menos exigente, hasta el nuevo Gobierno, ya sea de la actual oposición o la ratificación del actual oficialismo.

La información que trasmitió el Tesoro norteamericano la semana pasada fue otra: no habría stand-by y se cortaría el financiamiento del resto de los organismos, BID y Banco Mundial.

Tampoco parece que sea un vía realista la opción del "salvataje chino". Todos los créditos de China están parados, y las obras se financian con fondos del Tesoro, a la espera de una definición con el FMI. Lo mismo escuchó el titular del Banco Central, cuando ensayó un canje del swap de yuanes por dólares con el Banco Central chino: "Habrá fondos, pero primero cierren con el FMI".

Un escenario sin acuerdo con el FMI supondría menos dólares (no habría reembolso de DEG usados para pagar vencimientos en 2021, ni crédito comercial para las importaciones), por lo tanto habría más cepo para el pago de importaciones, y más restricciones de insumos para la producción. Más brecha cambiaria, más presión sobre los precios y más trabas para sostener la recuperación. Pero además implicaría más financiamiento monetario del BCRA al Tesoro, porque dificultaría la colocación de deuda en pesos. Y abriría un riesgo mayor sobre la estabilidad de los depósitos en pesos (combustible de los dólares libres) y en dólares en los bancos.

Todos los escenarios que imaginó Guzmán para 2022 suponen un acuerdo con el Fondo.

¿Alberto Fernández sigue apostando a que el Papa Francisco "sensibilice" a Biden? ¿Puede haber acercamiento político con una nueva agenda bilateral con Santiago Cafiero en Washington la semana próxima? ¿Tendrá Guzmán alguna otra carta que todavía no mostró?

La idea un acuerdo con el Fondo que quiebre la dinámica de las expectativas (devaluación, brecha e inflación) parece cada vez más lejana. Por ahora, sólo se escucha la épica de rechazar el ajuste fiscal que quiere imponer, una vez más, el FMI.

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Comentarios

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  • JC

    Jose Causarano

    13/01/22

    Si piden dolar alto mejorara nuestra balanza comercial y el pais crecera. Si tenemos dolares baratos iremos a Cancun con la jefa del PAMI pero habra recesion

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  • AZ

    Angel Zapata

    13/01/22

    Muy claro Máximo , pienso que llegarán a un acuerdo , que el gobierno incumplirá , pedirán un Weber , y en el 2023 le darán a la maquinita , hasta derretirla y el país destrozado .

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