

Hay una sola lectura del cambio violento que la Presidenta ensayó en el Banco Central. El reemplazo del mesurado Juan Carlos Fábrega por el impetuoso Alejandro Vanoli es la aceleración de una batalla contra los empresarios, los bancos, los agentes financieros y los productores agropecuarios que tendrá al dólar y a la ley de abastecimiento como metrallas fundamentales. El grito de guerra lo lanzó Cristina en la extensa noche del martes en la Casa Rosada, cuando enumeró las calamidades que se avecinaban sobre sus adversarios de estos días y humilló en público a su viejo amigo Fábrega, el bancario mendocino que ayer intentó poner a salvo su dignidad renunciando a la entidad encargada de resguardar la moneda.
Como lo dejó en claro en su andanada discursiva del martes, Cristina mantendrá la presión en forma permanente sobre el frente empresario. La estrategia es la confrontación directa y salvaje para quebrar la resistencia de los hombres de negocios, a los que imagina confabulados para complicar el declinante final de su gestión. Y, en esa dirección, Fábrega era un obstáculo porque intentaba ejercer su función con los atributos inconvenientes de la racionalidad y el sentido común.
En el GPS de Cristina no hay inflación, ni déficit fiscal, ni descontrol del dólar ni pérdida del empleo que corregir. Su Plan Primavera es convencer a la sociedad de que los fondos buitres encabezan un complot para perjudicarla y que los empresarios argentinos son el soporte insoslayable en el plano local. Por eso, convocó a Vanoli para presidir el Banco Central. El fue quien diseñó la ley de reforma de capitales y quien le pasó los datos sobre los bancos que operaban el dólar contado con liquidación. Ese era el camino ideado por Axel Kicilloff para que las importaciones se pagaran a $15 en vez de los $8,45 del dólar oficial pero, pese a ser legal, se convirtió en un pecado para la biblia dinámica del kirchnerismo.
El objetivo de la Presidenta es hacer retroceder al empresariado. La semana pasada, Vialidad Nacional les hizo saber a las empresas de la construcción que no les pagará sus contratos si se suman a la estrategia de judicializar la ley de abastecimiento que llevan adelante junto con el Grupo de los 6. El viernes, las usinas de prensa kirchneristas difundieron la noticia de sendos allanamientos por operaciones con dólares a los bancos Macro y Mariva que nunca se habían concretado. La advertencia es clara. Viene una etapa de mano dura con las regulaciones empresarias que incluirá una profundización del cepo cambiario, controles policiales y acoso judicial a algunos directivos parados en la vereda de enfrente.
¿Cuánto puede durar esta ofensiva alocada y sin destino? Hasta que la falta de resultados con las heridas de la economía real provoquen un nuevo encierro. El 23 de enero cayó la trinchera de la devaluación. Ayer se entregó el funcionario que proponía el camino más sensato para llegar al fin del 2015 con la menor cantidad posible de sobresaltos. Lo que sigue es una pista de nieve estrecha y resbalosa que nos lleva con velocidad hacia la transición del poder. Sólo resta apretar los dientes y rezar para llegar a la base de la montaña antes de que nos alcance la avalancha de cada nueva década perdida.













