La gira del Papa Francisco por Cuba y EE.UU. consolidó el crecimiento de su estatura como líder global. Así lo cuenta hoy en El Cronista el periodista Román Lejtman con prosa exquisita y precisión quirúrgica. El obispo de formación jesuita que conocimos como Jorge Bergoglio ya no es más Bergoglio. Es un dirigente de proyección planetaria al que los presidentes más poderosos escuchan con atención. Se ubica estratégicamente a medio camino entre el capitalismo más rudo y el populismo con palabras de izquierda. Condena por igual el armamentismo, el escaso respeto por el medio ambiente y la falta de respuestas para el drama de los refugiados.

No esquiva ninguno de los temas sensibles para la dirigencia mundial. Tampoco evita hablar de la pobreza y la desigualdad creciente. Y se mueve por las ciudades en un pequeño Fiat 500 para predicar contra la ostentación. Por eso, resulta insólito que los principales dirigentes de la Argentina no aprendan de este mensaje. La presentación de las declaraciones juradas de bienes se está convirtiendo en un callejón oscuro para la Presidenta y varios de los candidatos presidenciales. Cristina y Máximo Kirchner tienen dificultades para demostrar el modo en que se volvieron tan prósperos en estos años. Daniel Scioli tardó demasiado en presentar sus datos y Mauricio Macri creyó que bastaba con acreditar sus bienes únicamente en la Ciudad que gobierna. Para todos ellos, es hora de elogiar menos al Papa de la boca para afuera y ejercer el poder con austeridad en un país que tiene a un tercio de la sociedad bajo la línea de pobreza.