Transcurridos más de treinta años de haber recuperado la democracia y después de cometido el error histórico de invadir las Islas Malvinas, la Argentina continúa sin una política exterior consensuada y sin un objetivo definido, es decir la política exterior argentina que con tantos vaivenes, se encuentra a la deriva.

Durante los gobiernos de Raúl Alfonsín, Carlos Menem y los Kirchner (obviamos los gobiernos de Duhalde y De la Rúa por su corta duración), la Argentina adoptó y modificó su política de Alianzas y sus objetivos de política exterior, lo realizó varias veces y en sentidos opuestos. Por ejemplo, después de haber roto relaciones diplomáticas con el Reino Unido, pasamos a ofrecernos, gratuitamente, como el mejor y más firme aliado de los Estados Unidos de la Región. Como este cambio hubo muchos otros que no es necesario mencionar aquí.

No obstante estos cambios dramáticos y contraproducentes de nuestra conducta exterior, ha sido con el actual gobierno de la Presidente Cristina Kirchner cuando se ha llegado a extremos desconocidos y peligrosos.

Se han modificado completamente los códigos de conducta de la Argentina en la esfera internacional.

En la cuestión Malvinas, por ejemplo, se pueden apreciar estos vaivenes que confirman nuestro retroceso en el camino de la recuperación de las islas y la confusión gubernamental, siempre disimulada bajo relatos épicos, para el consumo interno.

Se ha comenzando a mantener un discurso agresivo y cuasi militarista ensalzando anualmente el día 2 de abril como una gesta anticolonialista similar al 9 de Julio de 1816. ("Nos falta un cachito de territorio" de acuerdo a las textuales palabras de la Presidente) confundiendo el coraje y el valor de los soldados argentinos, enviados a morir, con la cínica reivindicación de un hecho que no tuvo absolutamente nada de heroico ya que se realizó para mantener el poder, después de la exitosa huelga del 30 de marzo de 1982 y sin asumir la responsabilidad que podía costar la vida de miles de inocentes.

Paradójicamente ahora no se ha condenado la invasión de Rusia a Crimea (similar a lo realizado en 1833 por el Reino Unido) en una extraña alianza con el régimen de Putin, se lo invita y se lo visita asiduamente, desatendiendo las flagrantes violaciones a los derechos humanos que se cometen en ese país y en otros países del Medio Oriente, apadrinados por Rusia, como también las sanciones que el mundo occidental le ha aplicado a Rusia por su posiciones en ese sentido

No ha habido discusión alguna para diseñar esta nueva política que no se ha sabido explicar (todavía no se entiende) tampoco se entienden los motivos que hubo para realizar el cambio copernicano en la relación con Irán, donde se pasó de acusarlo públicamente en la Asamblea General para posteriormente firmar un Memorándum de Entendimiento que no le otorga a la Argentina absolutamente ningún beneficio.

El resultado de toda esta mélange, que mezcla un reiterado relato de defensa a los derechos humanos, con alianzas con países que los violan permanentemente, ha sido una lenta desaparición de la Argentina como potencia regional y sin peso alguno ni voluntad política en el ámbito global, como lo demostrara claramente nuestra nula participación durante los dos últimos años en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde se llegó a votar una misma Resolución, de condena a la invasión Rusa a Ucrania, de manera diferente (en la Asamblea General y en el Consejo de Seguridad), además de tener una nula participación en la agenda internacional.

Las denominadas políticas de Estado no son el resultado de la voluntad del que gobierna transitoriamente, si no de grandes consensos na cionales que perduran en el tiempo. En el marco de las relaciones exteriores, el compromiso que asumen los gobiernos trasciende su paso por el poder como se puede percibir claramente en el tema de Malvinas, donde la invasión realizada por el gobierno militar destruyó años de paciente y eficaz labor, alejándonos del objetivo nacional de recuperar las Islas.

El surgimiento de China Popular, por ejemplo, es indiscutible y tratar de mantener una buena relación bilateral comercial es indispensable para nuestro crecimiento y desarrollo, pero siempre con un objetivo nacional y no apuntando a la coyuntura, como se ha hecho recientemente con Acuerdos que tienen cláusulas desconocidas hasta para el Parlamento argentino.

Sabemos que nuestra primer prioridad es nuestro relacionamiento con los países de América latina y en ella debemos situarnos y avanzar pero lo debemos hacer defendiendo en el ámbito internacional los derechos humanos y las libertades fundamentales, que son el núcleo que nos identifica como país situado en occidente, amante de los valores democráticos y republicanos y que constituyen la esencia de nuestra nacionalidad.

En ese marco respetando a todas las Naciones pero no olvidando nuestra pertenencia y nuestros valores como defensores de la Paz y la Seguridad internacionales, debemos fijar el rumbo de nuestra política exterior no solamente de cara al próximo gobierno si no para el futuro del Estado argentino.