Zoom Editorial

A la política le cuesta sincronizar su agenda con planes de largo plazo

Ni mala suerte perpetua ni condenados al éxito. En el país de todos los climas y en el que abundan los recursos naturales, lo que falta es sincronizar la agenda de la política con las necesidades estructurales de la sociedad. La economía doméstica suele padecer la percepción (errónea) de que los atajos que ayudan a resolver las urgencias de corto plazo son compatibles con las soluciones de largo plazo. La Argentina, sin embargo, es una prueba viviente de que esa tesis no funciona. Cuando se desordenan las prioridades, el esfuerzo de los gobernantes pierde efectividad y se vuelve inútil.

Este fue el telón de fondo de los debates del congreso anual del IAEF, que buscó ofrecer una mirada alentadora hacia el futuro, asumiendo que las oportunidades de la Argentina no se van a evaporar de un día para otro. Y quedó en evidencia, una vez más, que lo que faltan no son recetas, sino fórmulas que permitan construir un consenso para llevarlas a cabo.

Daniel Gerold, uno de los consultores más reconocidos del mercado energético, recordó que desde que empezó a explorarse Vaca Muerta, en 2011, se llevan invertidos u$s 29.000 millones, una cifra nada despreciable. Sin embargo, este año la Argentina va a tener que gastar u$s 11.000 millones para importar energía, casi un tercio de lo desembolsado en el yacimiento neuquino. Solo cuando se toma conciencia de todo lo que podría hacer el Estado con los recursos que tendrá que destinar para asegurar el abastecimiento de energía a los hogares y a las empresas, se asume el costo real de no haber tomado en el pasado decisiones que evitaran este daño

No van a faltar explicaciones que justifiquen por qué Vaca Muerta sigue esperando su hora estelar. Que hubo varios episodios de crisis, que cambió el gobierno, que no hubo financiamiento mientras se renegociaban la deuda, que apareció la pandemia, y que estalló un conflicto armado en Europa que cambió el mapa de la energía y las materias primas.

Muchos de estos factores no se podían adivinar. Pero prevenir significa tomar medidas por adelantado para evitar un daño o un peligro. Es la tarea más difícil de un gobernante, porque implica impulsar una acción para un beneficio que no va a ser inmediato.

El caso de la energía es paradigmático, porque la demanda de una energía más limpia no empezó ayer ni va a cambiar mañana. Nada impide que hoy algún sector de la política convoque a discutir en el Congreso una ley que permita multiplicar el actual flujo inversor. Hacerlo no los obliga a desatender otros frentes (como la pelea por la boleta única, que tiene su relevancia institucional) pero sí representa más trabajo, más esfuerzo, más intentos de diálogo, más búsquedas de acuerdo. Los consensos se fabrican como una casa, desde los cimientos. Pero eso, vale recordar, obliga a elegir buenos constructores, más que a buenos peleadores.

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