

Cuando con mis socios fundamos nuestra empresa, teníamos un propósito muy firme: crear soluciones digitales que permitieran a las industrias formar equipos seguros y lograr procesos eficientes, mejorando las condiciones de trabajo de los operarios.
Digitalizar y potenciar a aquellos que habían estado fuera del crecimiento tecnológico durante tanto tiempo.
A partir de esta idea comenzamos a desarrollar nuestra solución. Consideramos fundamental empezar desde un problema bien definido, comprobando a su vez que esa problemática fuese compartida por varios. Es esencial sentir una pasión motivadora por la resolución del mismoy la visión de hacia dónde ir.
Nosotros tomamos la decisión de renunciar a nuestros trabajos y enfocarnos en el desarrollo del producto. Habíamos ahorrado para poder dar ese paso y a la vez, para sustentar la operación, trabajamos paralelamente como consultores de donde obtuvimos parte de nuestros fondos pero ninguna ganancia durante varios meses.
Necesitábamos fondos para construir ese primer producto MVP (producto mínimo viable, por sus siglas en inglés) y urgentemente validarlo con los potenciales clientes.

Pasamos por varias etapas de incertidumbre: la etapa de no saber si íbamos a llegar, la del riesgo de quedarnos sin dinero en el camino y la de no conseguir empresas ni inversores. Son pocos los emprendedores que no pasaron por alguna -o todas- de estas etapas y sensaciones.
A la vez que desarrollábamos el MVP, estábamos a la búsqueda de contactos, conocidos, y con el ojo atento a oportunidades, para poder validar el producto.
Poco a poco ese esfuerzo fue dando fruto, y fuimos logrando esos objetivos: tanto conseguir clientes que quisieran probar nuestra solución, identificados con el problema que veníamos a paliar, como inversoresque viesen el potencial de nuestra tecnología y equipo.
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Si bien no creo que haya una receta mágica para salir a buscar financiación, hay dos factores que son importantes: comenzar con un producto básico, pero funcional, que resuelva un problema de las compañías; y por otro lado tener visión de futuro y la dosis justa de ambición y autoestima, confianza en uno mismo, porque vas a escuchar muchos "no" y muchos "veremos". Un ego bien entendido.
Hay que pensar siempre en grande, en el futuro. Un inversor no invierte por la foto de hoy sino pensando en la de los próximos cinco años.
Son pocos los emprendedores que no pasaron por alguna -o todas- de estas etapas y sensaciones.
Debemos poder pensar en esa foto y proyectar ese entusiasmo y convicción de que lo vamos a poder ejecutar. Mostrar la capacidad del equipo.
Como ingrediente final de esta receta no mágica, tener paciencia. Confiar en la visión, tomar el feedback de todos y aprender sin perder el foco. Seguir intentándolo, porque siempre van a encontrar a alguien dispuesto a apoyar lo que están haciéndolo.
(*) CEO y fundador de Drixit Technologies.














