Sus comienzos se remontan a 1923 cuando Alfredo Christensen instala su propio taller en el barrio de Belgrano donde comienza a fabricar receptores de radio que comercializa bajo la marca ATMA.
Siete años después, Christensen decide cambiar el rumbo para incursionar en los interruptores de luz y otros artículos de material eléctrico, compitiendo con gran éxito contra productos europeos.
Para 1936, mientras Buenos Aires preparaba la inauguración del Obelisco, Christensen hacía historia asociándose con Francisco Masjuan, un inmigrante catalán experto en negocios del rubro eléctrico. Juntos alquilaron un local para ampliar la oferta de productos para baja tensión.













