Paraguas de hasta $ 80.000 e inversión en Google: la última paragüería de Buenos Aires se adapta para sobrevivir
La última casa de paraguas de Buenos Aires está en Colombres e Independencia. Su fundador, Elías Fernández Pato, llegó a la Argentina en en 1950. Superó todas las crisis desde entonces. Pero la pandemia fue un desafío distinto: se reconvirtió en paragüería boutique con e-commerce
En Colombres e Independencia, en el corazón del barrio de Boedo, el tiempo se detuvo. Allí, en la esquina, un local luce en su vidriera diferentes paraguas. Algunos más grandes y otros, más pequeños. Se trata de la última paraguería de la Ciudad de Buenos Aires. No solo los vende: también, los arregla de forma artesanal.
Elías Fernández Pato es uno de los tantos gallegos que llegó a la Argentina en la ola migratoria. Su barco arribó a principios de 1950 con un claro propósito: conseguir trabajo para afianzarse en América del Sur.
Cinco años más tarde, conoció el arte de hacer paraguas. Nunca pensó que su nueva profesión también le traería al amor de su vida. Al poco tiempo, conoció a Haydee Lidia Gómez Dopazo, hija y nieta de paragüeros, lo que lo impulsó en 1957 a abrir su primer local de compostura y venta de paraguas en el barrio de Boedo.
El local, que tiene más de 65 años funcionando, vivió todo tipo de crisis económicas y el cambio drástico de la industria paragüera. "En 1978, se abrieron las importaciones y empezaron a llegar paraguas de China. Los países dejaron de fabricar paraguas en el mundo. Lo que hacen es comprar la materia prima en China y ensamblarlos. Pero cambió 100% el negocio", cuenta Víctor Fernández, hijo de Elías, quien hoy continúa con el negocio familiar.
En la paragüería de Víctor, se pueden conseguir productos desde los $ 4000 hasta los $ 80.000. "Lo que tracciona el negocio son los modelos más económicos. Pero tenemos el diferencial de importar productos realmente premium", explica Fernández, sobre la clave del éxito para sobrevivir aún a la pandemia.
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"Don Elías", como lo llaman en el barrio, sigue trabajando con sus 91 años. Él es el encargado de reparar los paraguas que, a diario, llegan a montones. "No arreglamos todos lo que nuestros clientes nos traen porque muchos no valen la pena", explica su hijo.
"Hoy recibimos una verdadera reliquia. Se trata de un modelo con más de 60 años. Le vamos a hacer un trabajo integral. Lo vamos a desarmar, pintar, colocar tela nueva... En total, el presupuesto es de $ 30.000. Si bien parece mucho, es un paragua con una gran carga emotiva, lo que amerita ese desembolso de dinero", explica el comerciante.
La reconversión
Los amantes de los paraguas -entre quienes se encuentran Mónica Cahen D'Anvers y Soledad Silveyra- saben que en Colombres e Independencia podrán conseguir variedad y modelos para todos los bolsillos. Pero lo cierto es que se trata de un público acotado, por lo que se vieron obligados a aggiornarse a un nuevo consumidor.
"Lo primero que hicimos fue lanzar la página de Internet y posicionarnos con Google. Quién hace una búsqueda de 'paragua' nos va a encontrar. Y también ampliamos nuestra oferta", explica.
Si bien el corazón del negocio son los paraguas y los bastones, también vende abanicos, capelinas, mochilas y hasta gorros y guantes. "El 80% de nuestro negocio son los paraguas. La realidad es que se vende cuando llueve: la gente se acuerda que necesita paraguas en esos momentos".
La pandemia
El Rodrigazo de 1975, la tablita cambiaria y el 'deme dos' de Martínez de Hoz, la hiperinflación de Alfonsín, la apertura de las importaciones en los '90 en la época de Menem, el corralito financiero de 2001 con De la Rúa, son solo algunas de las crisis que debió atravesar este negocio de más de 65 años. Elías, su dueño, nunca pensó debería pasar, además, por una pandemia, con su origen nada más ni nada menos que en China.
Es que, para este paragüero, la industria china terminó con la industria de la lluvia. Y la llega del Covid complicó de lleno a su negocio.
"No fue fácil. Pero, lentamente, nos vamos recuperando. Hoy no circula la misma cantidad de gente que antes por que el home-office llegó para quedarse", explica Víctor.
"Nuestra clave es atraer a los compradores con productos diferentes. Importamos paraguas de Austria que no se consiguen en otros lados. Además, buscamos diversificar el negocio", finaliza este comerciante.
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