Fue un discurso que duró más de una hora y media. Tuvo tres bloques temáticos y varias definiciones acerca de la macroeconomía, la acumulación de reservas y los vaivenes -pasados y por venir- en el Congreso. Así Javier Milei cerró el Encuentro de Líderes, el evento que organizó El Cronista a inicios de mes, donde participaron más de 60 CEOs de todas las industrias. Entre ellos, Gabriela Benac, dueña de la láctea bonaerense Luz Azul.

Una vez finalizada la exposición del Presidente, la empresaria decidió escribirle un mensaje privado que, luego, difundió: “Javier, ¿por qué te ocupas de contestarle a los economistas, que no me importa ni quiénes son? Hablanos a los emprendedores y a los que trabajamos”..

“Durante un momento inflacionario, los problemas se dejan debajo de la alfombra y los desvíos se disimulan con aumentos de precios. Pero, este año, todo tenía que ser más finito”, dice la empresaria, en diálogo con El Cronista. “Si no hay una reactivación del consumo en la que podamos subir precios, será insostenible. Este contexto llevará a varias empresas lácteas a situaciones críticas”, agregó Benac.

Hace una década, Luz Azul era una lechería que empleaba a 15 personas, procesaba 14.000 litros diarios de leche y su cierre era inminente. En 2012, Benac se hizo cargo mediante un alquiler con opción a compra de la empresa que, en ese entonces, estaba manejada por la Cooperativa Eléctrica de la Ciudad de Azul. Hoy, la compañía cuenta con 70 puntos de venta entre franquicias y locales propios. Sin embargo, alerta que, durante el último año, su rentabilidad “se evaporó”.

¿Qué balance hace del desempeño de su negocio durante 2025?

Prácticamente, se evaporó la rentabilidad. Tanto de la empresa, como de los franquiciados. Hace siete meses que no subimos los precios y, obviamente, subieron todos los costos. Desde los laborales, los impositivos, los servicios, hasta la leche misma. La ecuación no da porque nos estamos comiendo la rentabilidad. Y eso tiene un límite, es insostenible.

¿Cuánto cayó la venta?

Bajó muchísimo este año. En cantidad de kilos, vendimos entre 20% y 30% menos respecto del año pasado. El consumo cayó en toda la venta masiva de alimentos, no solo en los lácteos. No hay forma de recuperarlo. Vemos que a la gente no le alcanza y la Argentina está cara. Entonces, la ecuación no le da al asalariado tampoco.

¿Cómo sobreviven sin aumentar precios?

Nos estamos endeudando. Tomamos algunos créditos y las franquicias que no pudieron sobrevivir, las convertimos en locales propios. Fue una decisión difícil y, sobre todo, muy costosa, porque hay que tomar personal, renovar el contrato de alquiler y se suman los gastos de absorción. Pero hoy no podemos perder la venta ni de un solo kilo de queso. Estamos sosteniéndolo a fuerza de la esperanza.

¿Cuántos fueron los locales que absorbieron?

Empezamos el año con 70 puntos de venta en total. Cinco solos eran propios; El resto, franquicias. Vamos a cerrar el año con 13 tiendas propias, de manera que nos hicimos cargo de otros siete locales. Fue la decisión más difícil del año porque empezamos a trabajar con el doble de riesgo. Pero perder ventas no era una opción.

¿Cómo organiza su producción en este contexto de caída de ventas?

Nos estamos sobrestockeando. Tenemos mucha mercadería guardada. De hecho, estamos al límite de la capacidad de frío que tenemos para stockear mercadería y hasta tuvimos que recurrir al alquiler de cámaras y containers para seguir guardando los productos. La falta de ventas y una producción, sobre todo, en primavera-verano, que es cuando las vacas son más productivas, se banca a través de la acumulación de stock.

¿Qué salida le ve a esta situación?

Si no hay una reactivación del consumo en la que podamos subir los precios, va a ser insostenible. Este contexto va a llevar a varias empresas lácteas a situaciones críticas.

¿Qué reflexión hace acerca de la quiebra de históricas compañías lácteas, como La Suipachense o ARSA?

Hubo dos factores importantes. En primer lugar, tenemos conocimiento de que han sido muy mal gestionadas durante muchos años. En segundo lugar, es necesario tener en cuenta que, durante un momento inflacionario, los problemas se dejan debajo de la alfombra y los desvíos se disimulan con los aumentos de precios. Sin embargo, este año, todo tenía que ser más finito, había que reducir los gastos y sumar tecnología para ganar más eficiencia. Una empresa que está mal gestionada no puede aguantar esta situación. De hecho, la quiebra de las firmas lácteas es algo que va a seguir pasando.

Indudablemente la inflación es lo peor que nos puede pasar. Pero, durante la época en la que se desarrolla es más imperceptible. Ahora, con una inflación mínima, las empresas tienen que estar muy ordenadas y hay que reconsiderar todos los procesos puertas adentro.

¿Cómo ve hoy la posibilidad de exportar?

Actualmente, hay sobreoferta de leche en el mundo. Esto hace que baje la demanda de este tipo de productos. Se complementa, además, con un dólar bajo y estable en la Argentina, de manera que la exportación se complejiza y no es competitiva con los precios internacionales que se manejan hoy en día. La Argentina queda cara. Esa es una de las razones por las que tampoco se pueden subir los precios. El mercado externo no ofrece precios competitivos.

Entonces, ¿en qué quedó su plan de exportar tanto su modelo de franquicias, como sus productos a la región?

Se reanudará una vez que estén las condiciones para hacerlo.

¿Qué hizo durante este año para mejorar su eficiencia y productividad?

Hace dos años hicimos una inversión productiva de casi u$s 1 millón, donde tecnificamos nuestra planta y eso nos permitió seguir procesando más litros con la misma cantidad de empleados. Ese fue el primer paso en la rebaja de nuestros costos. También introdujimos tecnología en la mayoría de los sectores de la empresa para poder generar mucho más control con poca gente.