“Todos somos americanos”. Así culminó su discurso en español Barack Obama al anunciar el inicio del proceso de acercamiento entre los Estados Unidos y Cuba. Este epílogo verbal sintetiza —incluso para los optimistas—, una política tardía hacia América Latina.

Para los pesimistas, en cambio, sería un impetuoso intento final del ex activista por los derechos civiles para pasar a la historia con algún legado propio en política exterior, como fue el caso de su predecesor demócrata, que acuñó la “doctrina Clinton” para la ampliación y profundización de las democracias.

De ser cierta esta “apertura” del saliente Obama hacia América Latina: ¿sería correcto interpretar que la noción americana de Obama incluye a las naciones entre “Alaska y Tierra del Fuego”, como enfatizaba George Bush padre? ¿O fue otro de los aciertos retóricos de sus escritores de discursos?

Aunque, en otro contexto, vale destacar el énfasis integrador por el libre comercio del ALCA de aquellos republicanos hacia el hemisferio, que tenía el mérito de contener en un proyecto a la casi totalidad de los americanos, excepto de Cuba. El valor de la “doctrina Clinton” fue de utilidad para el continente, ya que profundizó los objetivos comerciales y los conectó con el más loable de ellos, la calidad institucional de las democracias.

Una recorrida por los centros influyentes de Washington DC deja entrever que, con respecto a América Latina, los Estados Unidos bajo el segundo período de la administración Obama, han perdido su autoestima. Han cambiado el “guiar en lugar de liderar” para las Américas. Y dejaron de utilizar el “smart power”, aquel término que acuñó Hillary Clinton cuando fue Secretaria de Estado en la primera gestión del ex Senador de Chicago al frente al 1600 de la Avenida Pensilvania.

En confianza, no sin antes pedir el “on background”, fuentes del Departamento de Estado y del Senado coincidieron en un análisis descarnado sobre la región: “Brasil no es un amigo fiel de los Estados Unidos. Venezuela y Argentina se han caído del mapa y esperamos que Colombia esté en vías de arreglo, ya que no estimamos prudente seguir con el nivel de ayuda que hemos invertido hasta ahora en ese país”.

El diagnóstico es claro: “Sabemos que las reformas migratorias son política interna y que no alcanza, pero más allá de gestos como el de Cuba, no están dadas las condiciones para acercarnos a la región”, explicaron en un brindis de fin de año en Buenos Aires, donde se destacó como un “logro” el nombramiento de un nuevo Embajador para la Argentina, tras estar “cajoneado” por cerca de un año en el Senado estadounidense.

“Los Estados Unidos sintieron que el mundo los inculpaba por intentar ser el policía global. Por eso se retiran de América Latina. Su objetivo es ser visto como el ´policía bueno´”, explican desde uno de los centros de pensamiento especializado en las Américas, aun antes de que salieran a la luz los métodos de tortura de la CIA.

La anacrónica “doctrina Monroe” se dio de baja de forma explícita y entendible en la era post Bush hijo. La paradoja se encuentra en el impacto negativo que tuvo esto en el segundo período de Obama. La actual encargada de los Asuntos Hemisféricos del Departamento de Estado, la diplomática de carrera Roberta Jacobson, no tuvo la misma habilidad de mantener las expectativas con América Latina que su antecesor, el académico Arturo Valenzuela, de acceso fluido al matrimonio Clinton.

América Latina se está alejando de los Estados Unidos. En el Capitolio, para ilustrar este distanciamiento se parafraseó a un alto dignatario del hemisferio cuando visitó DC: “No quiero a los capitales chinos, ni rusos, pero los tengo que aceptar, puesto que sus empresas se están retirando de mi país”. Estos serán los nuevos desafíos que tendrán los funcionarios que ocupen los escritorios para la región en los próximos años.

Queda la expectativa de que si Hillary Clinton llegara a reemplazar a Obama, la región cobraría un nuevo vigor, y que el acercamiento al TPP que propició la ex Primera Dama desde sus oficinas de Foggy Bottom cuando estaba al frente de la diplomacia estadounidense, se haría extensiva ya desde las Américas en su conjunto.

No es prudente descartar que el presidente Obama tenga algunas novedades para la región en la próxima Cumbre de Las Américas, que la alicaída OEA lleva adelante y que antes de culminar su mandato haya alguna iniciativa a modo de legado.

Se ha puesto de moda decir “dejen a Obama ser Obama” en la parte final de su presidencia donde buscaría dejar su estela histórica doctrinaria: ¿“Todos somos americanos” habrá sido el remate de uno de tantos discursos o la esperanza de un legado final para el hemisferio? Los ciudadanos de las Américas merecemos una respuesta.