Los increíbles beneficios de las semillas de calabaza, girasol y sésamo: cómo comerlas
Conocé cómo consumirlas y aprovechá al máximo sus nutrientes.
Las semillas de calabaza, de girasol y de sésamo son auténticos tesoros nutricionales que ofrecen una amplia gama de beneficios para la salud.
Este grupo de semillas es rico en nutrientes esenciales que pueden mejorar significativamente el bienestar general.
Sin embargo, para aprovecharlas y asimilarlas mejor, es necesario tener en cuenta sus propiedades y saber cómo comerlas.
Para cada una de estas semillas hay claves necesarias que deberías tener en cuenta.
Salud y nutrición: ¿cómo consumir las semillas de calabaza?
Según el sitio Sol Natural, las semillas de calabaza tienen fibras y antioxidantes, como la vitamina A y E, y vitaminas del grupo B, que equilibran el sistema nervioso.
También contienen zinc, que beneficia al correcto funcionamiento del sistema inmunológico.
Para comerlas, hay que extraerlas de la calabaza, lavarlas y colocarlas en un plato. Luego, se exponen al sol, cubriendo el plato con una malla fina para prevenir que los insectos se posen sobre ellas. Una vez secas, están listas para consumir.
Semillas de girasol: ¿qué beneficios tienen y cómo se comen?
Las semillas de girasol tienen potasio, un mineral fundamental para regular la hipertensión y los trastornos circulatorios. Además, cuentan con una gran cantidad de hierro, fósforo, calcio, magnesio y vitaminas A, D, E y B.
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Sin embargo, el sitio especializado Sol Natural advierte que aportan un número destacado de calorías, por lo que su consumo debería ser moderado.
Para consumirlas, lo ideal es tostarlas o molerlas para aprovechar al máximo sus nutrientes.
Nutrición y salud: ¿cuál es la mejor forma de consumir las semillas de sésamo?
Las semillas de sésamo tienen antioxidantes, vitaminas y minerales que benefician al organismo.
Además, tienen lecitina, un lípido que contribuye al equilibrio del colesterol HDL/LDL (bueno y malo) en el organismo.
Para consumir estas semillas, es necesario remojarlas entre 6 y 12 horas en abundante agua, cambiando el agua 2 o 3 veces. Después, solo hay que enjuagarlas y escurrirlas, y estarán listas para comer.
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