Cuando cae la noche, en el Refugio Ingeniero Sardina abre El Mandinga Cocktail Bar. “El único a más de 4000 mts de altura”, dicen algunos a modo de chiste. El que anima la noche es “El Rulo”, un empleado de la municipalidad de San Juan que toma la posta con la guitarra y canta folklore, hace versiones libres en inglés al mejor estilo Roberto Quenedi -el personaje de Capusotto- y cuenta chistes subidos de tono que hacen olvidarse de la tensión cordillerana.

–¡Aro, aro, aro! Ahijuna juna junando dijo una vieja llorando, pa´ que me han hecho probar si no me van a seguir dando–, interrumpe el Rulo una canción, y se produce una explosión de risas y aplausos.

Después de un par de horas de guitarrreada empiezan las serenatas. Mientras el Rulo encabeza la marcha, el grupo va girando por el campamento para ofrecerle un canto especial a cada grupo: le cantan a las mujeres, a las autoridades, a los gendarmes, a los del Ejército. La serenata termina cuando quien la recibe hace un aporte: en ocasiones es alguna bebida fuerte, otras veces la ofrenda es una Coca-Cola.

Primero, el Rulo empieza la tradición en una de las ventanas del refugio: allí duerme Marcelo Lima, intendente de San Juan, que este año reemplaza a José Luis Gioja -el gobernador de la Provincia y principal impulsor del cruce pero que por inconvenientes de salud no pudo asistir a la décima edición de la expedición- y sabe que debe estar a la altura.

–¡Menos mal! Hace como una hora que los estoy esperando–, bromea Lima desde la alta ventana, y el grupo desde abajo festeja la ocurrencia.

Después de un par de canciones, el hombre consigue que los serenateros se vayan a cambio de una gaseosa para el Fernet.

La noche sigue mientras en el cielo explotan las estrellas. Es una de las imágenes, junto con la inmensidad, más impactantes de la cordillera. El cielo está ahí, bien cerca, y se parece a mil cúpulas del planetario porteño encendidas en algún lugar del universo. A la madrugada, la luna sale detrás de las montañas y entonces ilumina todo el valle. A pesar de la música, la quietud de la cordillera no tiene sonidos.

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