Conectar desde el propósito: la oportunidad del vínculo público-privado
En el corazón de cualquier democracia saludable deberíamos poder encontrar fácilmente mecanismos de participación ciudadana para que cualquiera de nosotros, que tenga un interés legítimo acerca de un tema en particular, tenga la posibilidad de alzar su voz e influir de forma transparente en la toma de decisiones gubernamentales.
Una de las herramientas más tradicionales de participación es la gestión de intereses, o como se llama en otras latitudes, el lobbying. Aún así, existen una serie de creencias o sensaciones populares alrededor del concepto de lobbying que limitan el potencial transformador de la participación ciudadana. Al margen de estas creencias, la gestión de intereses se trata simplemente de una práctica que facilita el empoderamiento de los ciudadanos y les brinda la oportunidad de involucrarse en el proceso de formulación de políticas públicas para compartir con los tomadores de decisión sus puntos de vista, experiencias, sus necesidades legítimas, evidencia sobre los desafíos que transitan y cuál consideran la mejor manera de abordarlos. Gracias a esta información los funcionarios gubernamentales ganarían perspectiva para formular políticas públicas más efectivas y representativas.
Es razonable presumir que los funcionarios públicos no sean especialistas en todos los temas sobre los que deben regular, es por eso que la participación de la sociedad es de vital importancia. Somos cada uno de nosotros quienes mejor comprendemos nuestros negocios, las necesidades de la industria, las oportunidades del sector y cómo aprovecharlas, pero depende enteramente de nosotros hacer llegar esta información a quienes toman decisiones en el gobierno. Pienso que hoy en día existe entre los argentinos un alto grado de acuerdo en que nuestro país necesita de consensos sobre cuestiones elementales para alcanzar el desarrollo.
Ahora bien, ¿Cómo hacer para que nuestras voces sean escuchadas? Una manera recomendable para hacerlo es a través de la colaboración de profesionales de los asuntos públicos, quienes se especializan en este proceso de construir relaciones de confianza y duraderas entre empresas, gobierno, tercer sector y otros actores de la sociedad civil y son facilitadores de este encuentro. De todas maneras, todos nosotros tenemos a nuestro alcance diversas herramientas que nos permiten manifestar nuestra posición. Sin ir más lejos, muchos de nosotros somos "lobbistas" domésticos y formamos parte de grupos de interés, por ejemplo, cuando abogamos por causas comunes en la conversación pública a través de nuestras redes sociales. La evolución de las tecnologías de la información nos han presentado nuevas formas de participación que acortaron la distancia entre representantes y representados, y nos han dado la sensación de que estamos más cerca de los decisores desde el momento en que podemos arrobarlos (@) en las redes sociales y hacerles saber nuestro punto de vista sobre determinado tema.
Lo indispensable en este proceso es identificar a las partes involucradas en el tema sobre el que se pretende trabajar, pero conocerlos en profundidad, conocer sus intereses y encontrar ese común denominador a partir del cual podamos construir sinergias para trabajar juntos y alcanzar el objetivo propuesto.
Además de estas, existen otras formas de participación. ¿Han oído hablar de Advocacy? Se trata de una estrategia que se enfoca en movilizar a la sociedad civil y a la opinión pública para promover la conversación sobre determinadas agendas. Mediante diversas estrategias de comunicación y campañas, se busca sensibilizar a la población sobre un problema específico y crear una demanda ciudadana para el cambio. Las y los invito a investigar acerca del trabajo en redes y la gestión de coaliciones ¡Es apasionante! Durante los últimos años se registraron varios casos de éxito en los que ciudadanos comunes y corrientes agrupados lograron alzar su voz por una causa genuina y liderar campañas de sensibilización sobre temas que les preocupan, logrando así respaldos para presentar peticiones ante las autoridades.
Luego de reflexionar acerca de este tema, es pertinente hacerse la siguiente pregunta ¿Qué percepción tiene la sociedad acerca de la práctica de la gestión de intereses? Es posible que a lo largo de nuestra vida muchos de nosotros hayamos escuchado que ciertas prácticas de participación o influencia no siempre han sido éticas o transparentes, sin embargo, en lugar de desanimarnos, la clave es aprender de esas experiencias y avanzar hacia un cambio cultural en el que se valore el diálogo constructivo, los consensos, la influencia positiva y las dinámicas colaborativas.
Es por eso que para fortalecer nuestra democracia mediante políticas públicas cada vez más representativas y participativas, sería importante darle una oportunidad a la conversación sobre qué lugar ocupa la gestión de intereses en nuestra conciencia colectiva y comenzar a recorrer el camino de entenderlo como una herramienta válida de participación ciudadana. Pero, ¿Qué interpretan las personas cuando hablamos de lobbying? He oído que se utiliza este término para describir situaciones muy diversas y disímiles entre sí, eso me hizo suponer que podría haber confusión respecto a la práctica de la gestión de intereses. Entonces para hacer una verificación rápida de mi teoría, decidí hacer un pequeño focus group artesanal: realicé una breve encuesta a 60 personas de siete provincias de Argentina, todas ellas de profesiones y actividades muy diversas, y dentro de un rango de edad de entre 22 y 67 años, para preguntarles qué saben y cuál es su percepción acerca de la práctica de la gestión de intereses o lobbying. A continuación, les comparto algunos datos interesantes que surgieron a partir de sus respuestas:
Cuatro (4) de cada diez (10) encuestados manifestaron sentir una sensación negativa sobre la cuestión del lobbying o gestión de intereses, sin embargo la mitad de los encuestados admite no tener claro en qué consiste la actividad del lobbying. Así y todo, más del 90% de los encuestados respondieron que les gustaría que un especialista en gestión de intereses los ayudara a hacerle llegar a los funcionarios gubernamentales su opinión acerca de una iniciativa que esté debatiéndose y sobre la cuál tienen un interés genuino.
En el mismo sentido, todos los encuestados (100%) coincidieron en que el gobierno, las empresas y la sociedad civil deberían dialogar más entre sí, y casi todos (95%) estuvieron de acuerdo en que si los tomadores de decisiones gubernamentales recibieran más información por parte de la sociedad obtendríamos políticas públicas más representativas. Por último, lo más llamativo: si bien al principio de la encuesta muchos se sintieron incómodos al hablar de lobbying, ocho (8) de cada diez (10) cree que la gestión de intereses podría colaborar en acercar posiciones y lograr consensos entre los distintos actores sociales.
En conclusión, el tema de la gestión de intereses o lobbying parecería estar lleno de prejuicios, contradicciones, desinformación y sensaciones encontradas, fueron unos pocos los que describieron a esta práctica como lo que realmente es. Por eso me da la sensación de que el problema no parecería ser la práctica del lobbying en sí misma, sino la asociación de este concepto a prácticas indebidas o poco éticas, una creencia que debemos cambiar si queremos incentivar a que más personas se animen a sumar su voz en los debates públicos.
Tengo una buena noticia: más diálogo es posible. La gestión de intereses puede abordarse de una manera seria y transparente. Si quisiéramos garantizar una evolución saludable de la práctica en nuestro país, debemos tener presentes algunos principios rectores.
Primero, la transparencia, es un elemento fundamental que requiere del compromiso serio de las partes involucradas en su publicidad y buena fe. El profesional de gestión de intereses debe proporcionar información clara y suficiente sobre los intereses que representa y cuál es su objetivo en el proceso de toma de decisiones. Por su parte, las autoridades gubernamentales deben fomentar el registro de estos datos, así como la divulgación de información sobre reuniones, temas discutidos y posiciones compartidas. Esta información debe ser accesible al público, a menos que existan casos de confidencialidad o competencia.
La integridad es otro pilar fundamental, y por eso se debe cumplir con estándares rigurosos para generar confianza y apoyo de la sociedad, no sólo a nivel del gobierno nacional, sino también en las dimensiones subnacionales, como provincias y municipios, donde se toman decisiones cruciales en áreas como servicios públicos, salud, educación, bienestar social y protección ambiental.
En relación con el eje de integridad, otro debate que me resulta interesante tiene que ver con la cuestión de "pasar de un lado al otro del mostrador", es decir, las restricciones a personas que dejan la administración pública para migrar al sector privado, o viceversa, ejecutivos de compañías del sector privado que pasan a ocupar espacios de toma de decisión en el sector público. En Argentina, es llamativo que si bien una parte de la sociedad reclama que en la política "están los mismos de siempre", cuando aparece un outsider rápidamente se lo vincula a intereses corporativos. En este sentido, quisiera compartirles un disparador para abrir el debate: ¿Están a favor o en contra de que profesionales que con trayectoria en el sector privado migren al sector público para gerenciar o regular una actividad que conocen en profundidad? O pensando en el caso inverso, ¿Consideran que es una fortaleza para una compañía contar en su equipo con una persona con experiencia en el sector público que logre interpretar la lógica política y conozca las vicisitudes de los procesos de toma de decisiones gubernamentales? Es un tema interesante para continuar debatiendo.
Y por último, el acceso a la participación, es fundamental que las organizaciones del sector privado y los grupos de interés sean provistos de reglas claras y un espacio seguro para participar en la formulación de políticas públicas. Es importante que el sector gubernamental comunique de manera efectiva estas iniciativas para que los ciudadanos y las empresas se sientan incluidos.
Es importante desarrollar la empatía y entender que muchos ciudadanos interesados en participar de los procesos de toma de decisiones enfrentan costos elevados y beneficios marginales al participar, y también tener presente que podrían existir poblaciones vulnerables con un gran interés en determinadas políticas públicas que tienen impacto en su vida, pero que quizás estén experimentando dificultades para organizarse y hacer llegar su voz. Otra situación que debe evitarse es que las partes interesadas sean convocadas en una etapa tardía, en la que ya se han tomado todas las decisiones relevantes, entonces es probable que sientan que su participación ha sido superficial y se abstengan de participar en el futuro.
Para terminar, los invito a seguir reflexionando acerca de si la gestión de intereses, cuando se practica de manera ética y responsable, puede ser una fuerza positiva para el desarrollo de políticas públicas más efectivas y representativas, y si así lo consideran, el desafío será refundar culturalmente esta práctica y, quizás, cada uno de nosotros terminaría por involucrarse más en iniciativas para el bien común. Y a vos, ¿Qué iniciativa te gustaría liderar?
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