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La última encuesta de Bank of America (BofA) reveló que el 91% de los gestores de fondos considera que las acciones de EE. UU. están sobrevaloradas. Esto configura el nivel más alto desde que hay registros en 2001.
El rally que catapultó a las acciones estadounidenses a máximos históricos desde los mínimos de abril llevó el optimismo inversor a un punto álgido "y en potencia, peligroso", advirtió uno de los bancos más importantes de EE.UU.
El dato llega en pleno auge de la renta variable global, pero con una infraponderación neta del 16% en el mercado estadounidense, señal de que el apetito por Wall Street convive con un trasfondo de cautela selectiva.
Lo que dejó la encuesta
El sondeo -ejecutado entre el 31 de julio y el 7 de agosto a 169 gestores que administran u$s 413.000 millones- reveló que el sentimiento global es el más optimista en seis meses, justo antes de que los nuevos aranceles de Donald Trump reavivaran los temores de recesión.

Según Michael Hartnett, estratega jefe de BofA, los inversores ven hoy la menor probabilidad de un "aterrizaje brusco" desde enero. El 68% espera un "aterrizaje suave" en los próximos 12 meses, mientras que solo un 5% anticipa un escenario duro.
Los riesgos del mercado
El combustible del rally en Wall Street encuentra su sustento en una temporada de resultados mejor de lo esperado y la expectativa de que la Reserva Federal (Fed) inicie recortes de tasas ante la desaceleración del crecimiento. Este viento de cola llevó incluso a bancos como Citigroup a elevar sus proyecciones para el S&P 500 en la segunda mitad del año.
Pero no todo es euforia. Hartnett advierte que el repunte corre el riesgo de transformarse en burbuja si se combinan una política monetaria más laxa y una menor regulación financiera.
También destacó que los niveles de efectivo en cartera se mantienen en 3,9%, un umbral históricamente asociado con señales de venta: desde 2002, cada vez que cayeron a 3,7% o menos, las acciones retrocedieron y los Treasuries superaron su rendimiento en los siguientes meses.
En este contexto, los riesgos que más inquietan al mercado son una guerra comercial que desemboque en recesión global (29%), una inflación que frene a la Fed (27%), un alza desordenada de los rendimientos de bonos (20%), una burbuja en inteligencia artificial (14%) y la depreciación del dólar (6%).

El posicionamiento refleja la narrativa dominante: operaciones largas en las "Siete Magníficas" (45%), cortos en dólar (23%) y largas en oro (12%). Este último activo, pese a la narrativa de que la paz sería bajista para el metal, sigue atrayendo flujos por su rol como cobertura frente a la devaluación del dólar y a un ciclo político marcado por el aislacionismo, la intervención estatal y la erosión de la independencia de los bancos centrales.
Los datos de The Flow Show de BofA lo confirman: el oro lidera las ganancias globales en 2025 (+30,3% YTD), seguido por Bitcoin (+25,5%) y las acciones (+12,6%).
La concentración del retorno del S&P 500 en un puñado de nombres -Mag7, AVGO, ORCL y PLTR suman el 80% del avance- se combina con un entorno de diferenciales de crédito en tecnología aún contenidos, lo que prolonga el ciclo alcista. Pero la historia advierte: cuando esos spreads se ensanchan y el cash burn de la IA se percibe insostenible, la sobreinversión puede convertirse en lastre, como en 1999.
En suma, Wall Street avanza entre la exuberancia y la prudencia. La fotografía de hoy muestra un mercado con combustible para seguir subiendo, pero con los indicadores técnicos y de posicionamiento rozando niveles que en el pasado han marcado techos. Y en finanzas, como en la historia, las burbujas solo se reconocen con certeza cuando ya han estallado.
Wall Street avanza, así, sobre un suelo que mezcla euforia y advertencias. La historia sugiere que estos niveles de valoración y concentración no son eternos.
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