
Nicolás Maduro por ahora resistió al avance más audaz del líder opositor Juan Guaidó y sus partidarios, pero su control sobre el poder se está debilitando. Las deserciones militares aumentan; incluso el ex jefe de la policía secreta escribió una carta el martes pidiendo un cambio. A los venezolanos les indigna la pobreza en la que el presidente y su antecesor, Hugo Chávez, los han sumido. Es hora de que Maduro acepte el exilio que le han ofrecido, o que renuncie y llame a elecciones libres para que su régimen no termine en violencia y derramamiento de sangre.
El líder del Partido Socialista Unido de Venezuela y presidente nominal está en guerra con su propio pueblo. Venezuela, que alguna vez fue uno de los países más ricos de América latina, todavía posee las reservas de petróleo probadas más grandes del mundo. Sin embargo, sufren hiperinflación, apagones y escasez de alimentos y medicamentos. Más de 3 millones de personas , o 10% de la población, huyeron al extranjero. Se reprime a los opositores del gobierno.
Además, Maduro es un líder ilegítimo. La mayor parte del mundo -excepto Rusia, China o Turquía- denunciaron que hubo fraude en las elecciones de 2018, en las que el Maduro fue reelegido para un segundo mandato de seis años. En cambio, desde enero más de 50 países han reconocido a Guaidó como presidente interino. Su legitimidad se basa en que es el presidente de la Asamblea Nacional, la única institución política reconocida por la mayor parte de la comunidad internacional, elegido en 2015 por una mayoría de dos tercios de la oposición.
Guaidó se ha manejado con habilidad, dado que hace cuatro meses que circula por todo el país, a pesar de que representa una amenaza directa para Maduro. El martes en un sorpresivo mensaje de video se presentó con los militares que habían cambiado de bando. A su lado estaba Leopoldo López, un líder de la oposición que estuvo con arresto domiciliario durante dos años pero que aparentemente fue liberado por militares desertores.
Para asegurar la estabilidad de Venezuela, es vital evitar que el ejército se divida en dos bandos. Los líderes de las fuerzas armadas aún leales al régimen actual deben darse cuenta de que los días de Maduro están contados, y priorizar los intereses de sus conciudadanos.
La comunidad internacional debe mantener el apoyo político y moral a Guaidó y endurecer las sanciones que ejercen presión sobre el régimen de Maduro y sus funcionarios. Las repetidas insinuaciones de la Casa Blanca de que la intervención militar es una opción no parecen ser más que una forma de presión verbal. Quizás el círculo de allegados de Maduro y sus pocos aliados internacionales puedan convencerlo de que debe reconocer la realidad de su situación.
Al igual que en Siria, Vladimir Putin, el presidente de Rusia, está decidido a oponerse a que EE.UU. intente un cambio de régimen donde no le agrada un líder. Pero, a pesar de las negaciones del Kremlin, hay indicios de que Moscú mantiene conversaciones con Washington para acordar una salida de Maduro, quizás a Cuba. El hecho de que esto no haya sucedido puede representar un desaire deliberado por parte de Putin, o un rechazo de los términos estadounidenses. Pero la Casa Blanca tiene más opciones, como posibles nuevas sanciones sobre Rusia que hasta ahora no ha aplicado.
Mientras tanto, un consejo de Beijing a Maduro podría convencerlo de que se le acabó el tiempo, mientras que a la vez recalcaría la afirmación de China de que es una potencia responsable.
Por suerte hasta ahora se han evitado graves actos de violencia. Pero todas las partes deben reconocer los inmensos riesgos que la situación actual, fluida e impredecible, significa para Venezuela y para la región en general. El peligro no es tanto que se haya una guerra civil entre grandes grupos armados y definidos, sino que se caiga en un caos general y violento. Como las encuestas locales indican que el 80% de los venezolanos quieren que Maduro se vaya, el riesgo de el país quede inmerso en semejante situación quizás ahora sea mayor si se queda que si se va.











