Al imponer nuevos aranceles de hasta u$s 60.000 millones a las importaciones chinas el jueves pasado, Trump declaró que su gobierno estaba dispuesto a castigar a Pekín por el robo sistemático de propiedad intelectual estadounidense y revertir la pérdida de puestos de trabajo de fábricas estadounidenses.

"Estamos tomando medidas en favor de este país que deberían haberse tomado hace muchos, muchos años", declaró el mandatario.

Y luego agregó: "Probablemente sea una de las razones por las que fui elegido; tal vez una de las principales razones".

Con su medida contra China esta semana, Trump cumplió su promesa de campaña de enfrentar a Pekín y luchar contra lo que él y muchos de sus seguidores consideran una guerra comercial que China viene librando contra Estados Unidos y su base industrial desde hace décadas.

En un año de elecciones de medio término en el que los republicanos de Trump podrían perder el control del Congreso, la ironía es que las medidas del presidente están logrando más apoyo de los demócratas que de su propio partido.

"No estoy de acuerdo con el presidente Trump en muchos temas, pero hoy quiero felicitarlo. Está haciendo lo correcto con China", señaló Chuck Schumer, un halcón de China desde hace mucho tiempo que lidera a la minoría demócrata en el Senado.

Muchos republicanos consideran que los aranceles recientes al acero y el aluminio -vigentes desde el viernes- y los inminentes sobre China probablemente hagan más mal que bien a la economía estadounidense.

También les preocupa que socaven los beneficios económicos de los recortes impositivos que consiguieron que se aprueben a fines del año pasado, algo que los congresistas republicanos consideran el argumento más contundente en un año electoral difícil.

Trump, sin embargo, parece creer que puede complacer a ambos bandos.

Su aceptación de los aranceles al acero y el aluminio fue una victoria para los nacionalistas económicos de su equipo, y una derrota para Gary Cohn, que más tarde renunció como principal asesor económico del presidente.

Sin embargo, el jueves, Robert Lighthizer, zar comercial de Trump, le dijo al Congreso que además de Canadá y México, Estados Unidos también, al menos temporalmente, eximiría a la UE, Brasil, Argentina, Australia y Corea del Sur.

En total, los países exentos representaron más de la mitad de las importaciones de acero de Estados Unidos el año pasado. Por lo tanto, los recortes harán mella en una medida destinada a crear nuevos puestos de trabajos en la industria del acero. También reducirán el impacto colateral en otros sectores consumidores de acero que preocupaba a los republicanos.

La medida de Trump con China provocó una caída en los mercados financieros; no obstante, se está implementando en forma más sistemática que las sanciones al acero, con numerosas oportunidades para que las empresas estadounidenses y los legisladores republicanos intenten amortiguar los efectos.

La adopción de una postura más dura contra China goza de un amplio grado de aceptación en Washington. "Es la primera vez en mucho tiempo que tenemos un presidente que sabe cómo negociar2, sostuvo James Inhofe, senador republicano de Oklahoma, a Fox News. "Estoy contento de que la embajada china haya llamado para decir que no les gustaba. Eso me alegra".

Pero las consecuencias políticas a largo plazo pueden ser más complicadas.

Los u$s 50.000 millones a u$s 60.000 millones de comercio chino destinados a aranceles equivalen aproximadamente al 10% de las importaciones estadounidenses desde China del año pasado.

Estados Unidos exportó un récord de u$s 130.000 millones en bienes a China en 2017. Los productos agrícolas constituyen una parte significativa. Estados Unidos exportó u$s 14.000 millones de soja el año pasado.

China elaboró su propia lista de medidas de represalia que incluye algunos productos agrícolas. Por ahora, dejó afuera a la soja. Pero los agricultores estadounidenses tienen motivos para temer que se desate una guerra comercial a medida que se inicia la temporada de siembra de esta primavera.

Un plan de Estados Unidos para imponer nuevas restricciones de inversión a China -que el Tesoro debe compilar en un plazo de 60 días - también corre peligro de represalias.

Trump anunció más de u$s 250.000 millones en acuerdos con China en su viaje a este país en noviembre pasado. Sin embargo, muchos de estos acuerdos, incluidos algunos que implican a grandes multinacionales con sede en Estados Unidos, como Boeing, Caterpillar y GE, ahora podrían estar en riesgo.

El mayor se trata de una inversión de u$s 83.000 millones de la compañía energética china Shenhua en proyectos de gas shale y petroquímicos en Virginia Occidental, un estado que ganó Trump en 2016 y en el que prometió puestos de empleos para reemplazar a una industria del carbón en crisis.

A los expertos en comercio también les preocupa que haya más proteccionismo en el futuro.

Wendy Cutler, que lideró las negociaciones con China como representante de comercio adjunta de Estados Unidos durante el gobierno de Obama y actualmente forma parte del Asia Society Policy Institute (ASPI) señaló que la medida de Trump probablemente desataría una guerra comercial destructiva y difícilmente sería su último acto proteccionista.

Nadie discutiría que su política comercial fue mucho ruido y pocas nueces, declaró Cutler. "En este momento hay muchas nueces".