
La industria automotriz dio un suspiro de alivio ante el anuncio del nuevo acuerdo comercial entre EE.UU., Canadá y México. Pero si Donald Trump esperaba que el convenio propiciara nuevas inversiones en fábricas estadounidenses, sentirá decepción.
El presidente, que hizo campaña prometiendo que reactivaría la actividad industrial del país, buscó proteger la producción automotriz nacional de la más barata competencia internacional. Su solución la cual reemplaza el antiguo Nafta refuerza en gran medida el status quo.
Los fabricantes de automóviles que ven que las ventas en el mercado estadounidense están alcanzando niveles máximos y observan los desafíos en cuanto al gasto en todo el mundo recibieron con agrado los nuevos acuerdos, pero no están listos para desembolsar más dinero para volcar más recursos en EE.UU.
Según las nuevas reglas, los fabricantes tendrán que aumentar la cantidad de "contenido local" las autopartes provenientes de EE.UU., México o Canadá que contengan los vehículos terminados de 62,5% a 75%.
Esto probablemente representará un mayor desafío para los fabricantes europeos y japoneses con operaciones en EEUU y que importan piezas caras desde sus mercados locales.
Kristin Dziczek, jefa de industria, trabajo y economía del Centro de Investigación Automotriz, dice que las marcas alemanas VW, BMW y Mercedes enfrentan un reto mayor porque dependen de la importación de motores y transmisiones desde sus mercados domésticos.
Pero los "cinco grandes" Ford, General Motors, Fiat Chrysler, Honda y Toyota "deberían estar razonablemente bien posicionados para cumplir con estas nuevas reglas".
La Alianza de Fabricantes de Automóviles, que representa alrededor del 70% de las ventas de autos y vehículos livianos nuevos, calificó el acuerdo como un paso alentador: "La industria automotriz de Norteamérica debe incluir a los tres países en el acuerdo para lograr los beneficios y objetivos de un nuevo pacto".
Joe Hinrichs, presidente de mercados globales de Ford, dijo que el nuevo acuerdo "sostendrá un negocio automotriz integrado y globalmente competitivo en Norteamérica". En GM aseguraron que el pacto es "vital para el éxito de la industria automotriz norteamericana".
Didier Leroy, vicepresidente ejecutivo de Toyota, comentó que los planes de su compañía no se vieron afectados por las nuevas reglas. La planta de la automotriz japonesa en Georgetown, Kentucky, es su fábrica más grande a nivel mundial y produce alrededor de medio millón de vehículos al año.
Toyota ha ampliado su planta canadiense y también está aumentando su capacidad en México. Si el Nafta hubiera colapsado, el negocio se habría visto seriamente afectado. Ahora, la compañía se ajustará a las nuevas reglas y continuará como antes.
Además, las fabricantes de autos tendrán que garantizar que entre el 40% y el 45% de los trabajadores de sus plantas ganen al menos u$s 16 por hora, un salario diseñado para reducir el atractivo de los costos laborales mexicanos.
Ambas medidas también elevarán los costos de los fabricantes que ya están sufriendo los mayores precios de las materias primas resultado del encarecimiento que provocó Trump.
Jim Hackett, CEO de Ford, la semana pasada señaló que el alza en los precios del acero proveniente de productores estadounidenses le había costado a la compañía u$s 1000 millones, mientras que Goldman Sachs predijo un costo similar para GM.
Además, las automotrices enfrentan una disminución de las ventas, la tendencia de los consumidores a alejarse de los coches más chicos y la necesidad de invertir en costosas tecnologías nuevas, como los vehículos eléctricos o los sistemas de conducción autónoma.
Todo esto reduce la inversión que se podría aplicar a la contratación de más trabajadores estadounidenses.
En EE.UU., las ventas de autos cayeron en 2017 y se espera que bajen nuevamente este año y el próximo.














