Desde que se conoció el rescate financiero ofrecido por los Estados Unidos, ls mercados reaccionaron como un serrucho. Rebotaron luego de alarmantes bajas pero ahora están volviendo a caer. Riesgo país para arriba y una pregunta que cada vez suena con más fuerza: ¿Qué pasará luego del 26 de octubre? Lo que permite un planteo más que inquietante: cómo evaluará el paquete de ayuda de Estados Unidos un votante de, por ejemplo, José C. Paz, por decir un punto del decisivo conurbano bonaerense.
El paquete de ayuda de Estados Unidos llegó justo cuando la Argentina parecía quedarse sin aire. El Tesoro norteamericano, puso sobre la mesa -o mejor dicho, en la cuenta de X del secretario Scott Bessent, un rosario de promesas. Fondos frescos y posibilidad de compra de bonos de la deuda que hoy cotizan a precio de oferta. Pero también una frase inquietante: habló de ponerse a trabajar junto al gobierno de Javier Milei "después de las elecciones".

Bien podría decirse que lo que en Wall Street se celebró como "rescate" externo solo vale si Milei logra aprobar el examen del 26 de octubre. Sin ese aval en las urnas, todo el andamiaje corre riesgo de desmoronarse. Porque en la Argentina la estabilidad no se mide solo en reservas, sino en bancas legislativas. Y el gobierno viene golpeado tras la elección bonaerense.
La ayuda de Washington es oxígeno, no alimento. Permite al Banco Central insistir en el sostenimiento del tipo de cambio, mostrar cierto músculo frente a la presión del mercado paralelo y darle un poco de previsibilidad al comercio exterior. Pero no corrige el cuadro de fondo: una economía que todavía convive con inflación interanual del 33,6% en agosto (19,5% en lo que va del año) y con sectores como el consumo masivo, la industrial y la construcción están en un proceso más o menos recesivo.
El Gobierno promete para 2026 un superávit primario del 1,5% del PIB, inflación anual del 10% y crecimiento del 5%. Un cuadro soñado para un país que no crece desde 2011. Pero, como suele pasar en la Argentina, el papel soporta todo; la política, bastante menos. El mercado le pide más en el frente cambiario. El propio Domingo Cavallo insistió, palabra por palabra, con lo que decía en su blog a fines de agosto: eliminar la banda, eliminar el cepo y dejar flotar el dólar como plataforma para que el gobierno busque una suerte de relanzamiento para la segunda mitad de su mandato.
El 26 de octubre se renueva la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado. Hoy, Milei depende de acuerdos transitorios con el PRO y con algunos gobernadores para empujar sus leyes. Si la elección lo deja con menos respaldo, cualquier reforma quedará trabada en un Congreso más fragmentado.
Las provincias grandes -Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe- serán decisivas. En Buenos Aires, la derrota reciente frente al peronismo por casi 13 puntos fue una alarma temprana: a los pocos minutos, los bonos se desplomaron y el dólar subió. El mercado no esperó al escrutinio final: reaccionó como si las urnas fueran una planilla de Excel más. Córdoba y Santa Fe, donde el humor productivo manda, también marcarán la cancha: si allí Milei no consigue consolidar voto, su narrativa de "ajuste exitoso" quedará en entredicho.
El riesgo no es solo de Milei. La Casa Blanca apostó fuerte a un presidente que se presenta como aliado automático, algo poco común en la política argentina. Si el experimento fracasa, la movida puede ser vista como un error estratégico: respaldo a un proyecto que no logró sostenerse. Y en ese vacío volverán a colarse China y Brasil, con ofertas de swaps, comercio e inversión que suenan atractivas para cualquier gobierno debilitado.
En el plano interno, la ayuda externa puede volverse un boomerang. La oposición ya denuncia "dependencia" y "cesión de soberanía". En un país con memoria de crisis y rescates fallidos, ese discurso puede ganar tracción electoral.
El dinero de Estados Unidos alcanza para comprar tiempo, no gobernabilidad. Milei necesita que el 26 de octubre no se convierta en una ratificación de debilidad. Si la sociedad, golpeada por la recesión y los salarios que no alcanzan, decide castigar en las urnas, el oficialismo quedará con menos poder del que tenía al asumir.
Ese es el verdadero riesgo: que el salvavidas externo quede como una anécdota financiera, un aplauso fugaz en los mercados, incapaz de sostenerse sin respaldo político.
En la Argentina, los dólares sirven para estabilizar el día a día. Pero el poder, como siempre, se define en las urnas. Y ahí, ni Washington ni Wall Street pueden votar por Milei.
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