

A partir de la recuperación de la democracia, el peronismo accedió dos veces al poder. En ambas ocasiones, lo hizo en el contexto de profundas crisis económicas. Tras una hiperinflación de 3000% con picos de pobreza de casi 50% en 1989, y luego de una larga recesión con ruptura generalizada del orden económico e indicadores de pobreza aún peores en 2001. En tal sentido, vale decir que el peronismo es el partido de la crisis. Lo cual no equivale a plantear, en sintonía con un mito ampliamente difundido, que el peronismo induce las crisis.
El Plan Austral y el Plan Primavera fueron de factura exclusiva del gobierno de Raúl Alfonsín, al igual que la determinación de mantener el Plan de Convertibilidad una obra original del propio Fernando De la Rúa.
Esa información está contenida en el ADN del peronismo. Hasta hoy, el timón sólo cambió a manos peronistas como resultado de grandes cracks económicos.
Tal interpretación no implica desconocer el liderazgo de Antonio Cafiero en la renovación impulsada desde la provincia de Buenos Aires en 1985 o minimizar la larga peregrinación nacional encarada por Carlos Menem en los años 80. Inclusive negar la muñeca de Eduardo Duhalde en la generación de la variante Néstor Kirchner en 2003. No obstante, las crisis contribuyeron más al regreso del peronismo que cualquier proceso interno de renovación o diversificación de una audiencia que, aún con fluctuaciones, continúa todavía anclada en la franja sur del conurbano bonaerense.
"Yo no pedí el poder", dice el líder vikingo Ragnar Lothbrok en la magistral serie de Netflix. Menem o Kirchner nunca hubiesen suscripto tal frase. Pero tampoco desmentido que la dinámica del quiebre material fue muy por delante de sus planes, acciones y ambiciones políticas.
El aparente resultado ajustado en las elecciones primarias de la provincia de Buenos Aires por parte de la fuerza de Cristina Fernández de Kirchner, Unidad Ciudadana, así como el tercer puesto lejano del frente filo peronista 1País de Sergio Massa, volvió a poner sobre el tapete este análisis. En especial, parece que no garpó en las urnas machacar sobre "los costos del ajuste económico" y alrededor de la idea de que el bolsillo está mal. Así, Cristina no logró los 4 puntos de diferencia sobre Cambiemos que esperaba, al igual que Massa no pudo meterse en la pelea desde un piso electoral de 20 puntos.
Que el peronismo actúe de esa manera, a partir de la información almacenada en su disco duro, no puede ser interpretado como un error. Hasta hoy, el peronismo nunca recuperó el poder sino por vía de pasar la ambulancia cerca de los sectores más castigados por la crisis económica.
Proceso de aprendizaje
A raíz de los magros resultados electorales y del importante avance territorial del oficialismo, el peronismo se encuentra al presente en un proceso de fuerte debate interno. Su resultado y alcance real dependerá del grado de éxito del actual gobierno.
La política, como el tango, es un baile que se baila de a dos. De haberse concretado el sueño de modernización expresado por Alfonsín en Parque Norte en 1985, el peronismo, tras varios años la ñata contra el vidrio, habría estado forzado a encarar con seriedad el proceso de sofisticación de su oferta electoral. Sea en términos de un peronismo republicano como el que hoy plantea Juan Manuel Urtubey, de un modelo de seguridad y cercanía con la gente como el esbozado por Sergio Massa o alrededor de un proyecto de gestión y tecnología como el pergeñado por Florencio Randazzo.
En tal sentido, los resultados de las primarias, habilita a otro cúmulo de dirigentes del peronismo a participar con chapa de esta discusión. Tanto por el lado de los gobernadores victoriosos Juan Manzur de Tucumán, Domingo Peppo de Chaco, Sergio Uñac de San Juan y Lucía Corpacci de Catamarca como por el costado de los únicos dirigentes que pueden brindarle amplio sustento popular a cualquier proyecto de reformulación del peronismo: los intendentes del conurbano que se alzaron con grandes victorias como Verónica Magario de La Matanza, Gustavo Menéndez de Merlo o Walter Festa de Merlo.
Desde el ámbito intelectual, algunos analistas como José Natanson hablan de la capacidad de la gestión Macri para incorporar demandas de creciente preocupación como el narcotráfico. En la medida que la ola de derrotas del peronismo se profundice, ello será un capítulo más del doloroso proceso de aprendizaje.












