La caída del precio del petróleo en todos los mercados del mundo activó las alarmas en los gobiernos de los países cuyas economías se encuentran fuertemente atadas a su producción y exportaciones. Lo mismo sucede en nuestro suelo en las provincias petroleras donde las regalías constituyen uno de los principales recursos con los que se atiende el gasto público, que por cierto quizás por ello no para de crecer.

En el ámbito nacional, la preocupación aparece por las exageradas expectativas de prontas inversiones para dar los primeros pasos en el proceso de desarrollo del yacimiento de Vaca Muerta. Un precio por debajo de los u$s 70/barril cancela en lo inmediato el entusiasmo por un rápido inicio en la mayor parte de las inversiones para testear rendimientos y comprobar costos, que en primera instancia aparecen como muy elevados para tecnologías de explotación aun no suficientemente experimentadas en nuestro territorio.

Este alto hasta que aclare impacta mas en las expectativas y en las esperanzas de eventuales ingresos de divisas que tanto se precisan, pero de ninguna manera incide sobre el preocupante déficit energético que erosiona el magro saldo de nuestra balanza comercial, que seguirá achicándose mientras no se resuelvan los problemas de la producción nacional, que son de otra índole.

Desde una perspectiva de largo plazo, un menor precio internacional del petróleo y del gas no debería preocupar demasiado para el desarrollo de nuestros vastos recursos de explotación no convencional. Simplemente demandará algo mas de tiempo su entrada en producción a pleno.

La mayor parte de las opiniones de los expertos en todo el mundo coinciden en que si bien el importante crecimiento de la producción de los EE.UU. y Canadá influye en buena medida para sostener este menor precio durante largo tiempo, es difícil prever que el precio descenderá mas allá de los u$s 60 por barril, vista la composición de la oferta global y su estructura de costos.

Si bien es cierto que en este como en la mayoría de los campos del saber y de las actividades económicas los yerros en materia predictiva son moneda corriente, afirman que para este caso existen indicios suficientemente sólidos que darían sustento a esas hipótesis.

En el caso particular del petróleo, donde se mezclan factores políticos y de expectativas que exceden el mero balance entre oferta y demanda global de corto plazo, a veces resulta impredecible una corrida hacia abajo fruto de operadores cuya visión del futuro termina siendo completamente equivocada, como ha acontecido muchas veces.

Más todavía, cuando existen dudas sobre la firmeza de ciertas tendencias hacia un menor consumo, derivadas de cambios en la pirámide poblacional de la mayoría de los países de mayor consumo, que implican un menor uso del automóvil, un menor consumo de combustible en cada nueva generación de modelos y el comportamiento de otras variables donde todavía no se advierten pautas claras que permitan sacar conclusiones determinantes.

También se afirma en determinados círculos diplomáticos, que el principal factor detrás de esta movida hacia la baja del precio, está la decisión de los EE.UU. y Canadá a la que se podría sumar México y uno o dos países europeos, de generar una oferta superavitaria destinada a socavar la renta petrolera que algunos países utilizan para financiar actividades políticas y de colaboración con grupos terroristas, que los primeros consideran inaceptables para su seguridad nacional.

En cualquier caso, este nuevo escenario puede llegar a durar bastante más tiempo del pensado, lo que obligaría a ciertos replanteos, algunos profundos, en el modelo que se ha venido sosteniendo para desarrollar los yacimientos de explotación no convencional, incluyendo los contenidos en la reciente reforma de la Ley 17.369. Lo mismo vale para el esquema de precios y subsidios aplicados hasta el presente para todos los hidrocarburos, cuya inefectividad para el desarrollo de nuestros recursos energéticos se viene comprobando desde hace ya demasiado tiempo.