Hace semanas que la economía debe navegar entre las dificultades del presente y las incertidumbre propias de un año electoral. Pero con una particularidad: no todos ponen la misma voluntad para que el bote tenga un curso estable. El obstáculo a veces son los propios intereses contrapuestos de los agentes económicos, pero también la lógica que suele generar la política, que crea una suerte de teorema de Baglini invertido: cuando más cerca se encuentran las elecciones, se percibe menos vocación de sentarse a hablar y a consensuar entre gobierno y oposiciónEn su discurso, Kicillof confirmó qué hará en estas elecciones: "Mi última". En la coyuntura de este año particular, la avanzada del Poder Ejecutivo contra la Corte Suprema de Justicia fue un obstáculo imposible de remover. Porque los bloques opositores no habilitaron ningún otro debate legislativo mientras la Comisión de Juicio Político ponía en el banquillo a los integrantes del máximo tribunal. En ese fragor quedaron proyectos que el propio Gobierno necesitaba aprobar, como el blanqueo de capitales y la ley de estímulo a la inversión agroindustrial. Pero hubo otros desencuentros entre oficialismo y oposición, que se plasmaron con el comunicado que calificó a la herencia económica como una "bomba de tiempo", y la posición de los economistas cercanos de Juntos por el Cambio, contraria a la instrumentación de un canje de deuda que descomprimiera los vencimientos justamente para aliviar la transición electoral. Hoy el debate pasa por las herramientas que concederá el Palacio de Hacienda a las entidades financieras para garantizar su participación. Pero parte de esta discusión podría haber sido evitada si en algún momento los principales referentes de JxC mostraban su determinación de respetar las reglas vigentes para los títulos emitidos por la actual administración y ratificaban su deseo contrario a una refinanciación (no voluntaria), acción que ya quedó bautizada como reperfilamiento. Nunca hubo consenso sobre es paso. En primer lugar porque nadie del Poder Ejecutivo estaba en condiciones de darles las certezas que reclamaban sobre cómo sería la economía del 10 de diciembre. Pero también pesaba el hecho de que la distancia que existía entre los propios referentes de la oposición impedía acordar un pronunciamiento de esa naturaleza. En el camino, el problema iba creciendo y la necesidad de tomar una salida, también. Los bancos no tuvieron problema en dar ese paso. Con sus condiciones, lo que es lógico. Pero de alguna manera, consiguieron ponerse por encima de la grieta y aportar consenso para poner algo de luz a la incertidumbre. Dejar que la discusión escale no hubiera sido bueno para el sistema, porque si la inquietud dominaba a los ahorristas, revertir esa situación hubiera sido mucho más difícil que lanzar un canje.