#8M

Nivelar la cancha para el acceso al crédito para mujeres

La desigualdad en los roles de género en el mercado laboral afecta la autodeterminación de las mujeres. Y cuando una quiere patear el tablero y crear su propio proyecto productivo, la restricción en el acceso al mercado crediticio dificulta esa salida también.

La desigualdad de acceso que tenemos las mujeres en muchos aspectos de la vida cotidiana no es una novedad, como el acceso al mercado laboral donde la desocupación para nosotras es 3,5% mayor que la desocupación de los varones, según el INDEC. Lo mismo si observamos el acceso a empleos formales: la informalidad para las mujeres es de un 36% mientras para los hombres es de 34,2%, según un informe del 2020 del Ministerio de Economía. Como si fuera poco, los trabajos peor remunerados en el mercado son aquellos asociados a los roles femeninos de cuidados y reproductivos, que se estiman entre un 29% menos en el mercado formal y un 35% menos en sectores informales. Es una serpiente que se muerde la cola: la desigualdad en los roles de género en el mercado laboral afecta la autodeterminación, libertad, condiciones de mejora salarial y laboral de las mujeres. Y cuando una mujer quiere patear el tablero y crear su propio proyecto productivo, la restricción en el acceso al crédito dificulta esa salida también.

La inclusión financiera es mucho más que el acceso a préstamos, es lo que proporciona a las personas las herramientas para acumular activos, generar ingresos, gestionar los riesgos financieros y participar plenamente en la economía, y tiene que ir acompañado de educación financiera y bancarización de la sociedad. En este punto se entrecruzan dos cuestiones, la socioeconómica y el género, ya que los sectores más vulnerables son quienes tienen menor acceso a la educación, menor acceso a la banca (sea comercial o digital) y en términos generales, quienes menor inclusión financiera tienen. De esos sectores, particularmente las mujeres son quienes más lo sufren.

De acuerdo con una investigación del Banco Mundial del año 2017, las empresas donde la mayoría de sus propietarias son mujeres en Argentina es de apenas un 7,9%. Si en vez miramos a aquellas empresas con gerente general mujer, en Argentina ese número aumenta apenas al 8%. Son estructuras piramidales, jerárquicas y con sus propias reglas, en las que a medida que vamos subiendo en los puestos de toma de decisión, menos mujeres encontramos.

Es una serpiente que se muerde la cola: la desigualdad en los roles de género en el mercado laboral afecta la autodeterminación, libertad, condiciones de mejora salarial y laboral de las mujeres.

En este punto, se evidencia tanto el techo de cristal de las mujeres para acceder a trabajos calificados, productivos o incluso cargos de toma de decisión y liderazgo en el sector privado, como la dificultad que las mujeres tienen a la hora de solicitar un préstamo para inversión productiva.

"No somos una amenaza"

Según un estudio que realizó el BID en conjunto con el BICE sobre Género y Acceso al financiamiento empresario en Argentina, se estima que en 2020 el acceso al crédito era altamente desigual en empresas lideradas por hombres que en aquellas lideradas por mujeres. Basta con decir que la tasa de créditos rechazados para las empresas lideradas por mujeres es de 42% mientras que para los hombres es 2,5%. Esta tasa en América latina es de 7,4% para las mujeres frente a 3% para los hombres. Si, en cambio, miramos el porcentaje de empresas que utilizan créditos bancarios para financiar su inversión, las empresas lideradas por mujeres accedieron en un 20,5% mientras que 42,9% de las empresas lideradas por hombres acceden al mercado crediticio. Donde más se hace sentir esta injustificada discriminación es en las pequeñas y medianas empresas.

Pero no todo está perdido. Si bien por sí sola la inclusión financiera no implica igualdad de género, es una realidad que con un acceso igualitario a toda la gama de servicios financieros basados en las necesidades - ahorro, crédito, seguros, pagos - y la correspondiente educación financiera, las mujeres vamos a tener una oportunidad de empoderamiento social y económico. La lucha por la igualdad de género tiene el viento de cola en nuestro país y es, además, uno de los ejes de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, que lo definió como su quinto objetivo. La independencia económica de las mujeres y la autonomía son centrales a la hora de nivelar la cancha en el resto de los aspectos como el social, político, institucional y productivo.

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Uno de los desafíos que nos debemos proponer para fomentar este empoderamiento es fortalecer y fomentar la educación financiera en edad temprana, área en el cual Argentina tiene aprobado un Plan Nacional de Educación Financiera (PNEF) para estudiantes de escuelas medias. E incluso promover la capacitación en educación financiera para mujeres adultas y jóvenes.

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Construir una visión y misión para que las mujeres puedan acceder al crédito para volcarlo en sus proyectos productivos es el desafío actual que nos va a permitir coordinar diferentes herramientas que ya existen y crear nuevas, para nivelar la cancha. En un momento donde cada 24 horas matan a una mujer por el hecho de ser mujer parece no ser prioritario pensar en promover el acceso al crédito y la bancarización de una economía mayormente informal como la de las amas de casa o las trabajadoras de casa particulares, pero estas batallas se tienen que dar en simultáneo y en paralelo, porque el árbol que estamos plantando hoy, va a darnos oxígeno en los años que vienen.

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