Hace exactamente tres años los argentinos salían masivamente a la calle para celebrar la conquista en Qatar de su tercera Copa del Mundo, su tercera estrella, preanunciando lo que sería la extraordinaria manifestación social que se vería al regreso de la Selección Argentina al país. Un clásico que despierta la pasión futbolera: reunirse en la vía pública para expresar la alegría.

Hoy, en el inicio del tercer año de mandato presidencial de Javier Milei, las calles mostraron otro clásico de la sociedad argentina: la movilización de los gremios para reclamar contra el tratamiento de leyes en el Congreso. Una imagen que contrasta con el nivel de adhesión popular que obtuvo el oficialismo en las últimas elecciones legislativas, aunque era esperable desde el arco opositor ante el tratamiento de reformas estructurales que ponen en juego intereses disímiles de los diferentes sectores.

De hecho, el Gobierno había comprobado en la madrugada cuál es el alcance, pero también los límites del poder que le otorgaron las urnas y con los que deberá lidiar en el Parlamento. La constitución de la primera minoría en Diputados y la negociación con sus aliados le permitió obtener la media sanción del proyecto de Presupuesto 2026, pero los mismos bloques dialoguistas le mostraron que las condiciones planteadas eran insuficientes para sostener el freno a leyes que, en las cuentas libertarias, rompen con el superávit fiscal.

Se trata de la principal de las tres anclas que sostienen al plan económico, la que Milei presenta como uno de sus grandes logros desde el inicio de la gestión y no está dispuesto a mover, aún mientras el ministro de Economía, Luis Caputo, y el titular del BCRA, Santiago Bausili, aflojan un poco la tensión en la monetaria y la cambiaria, con los pesos destinados a la compra de dólares para cubrir vencimientos de deuda y con el enganche de las bandas al ritmo de la inflación pasada.

De allí que no descarte la posibilidad de aplicar un veto si no logra modificar la situación en el Senado, aunque ello demore los tiempos previstos para avanzar con la reforma laboral. Una iniciativa por la que la CGT volvió a la Plaza de Mayo y en un breve acto, marcado por la tardía presencia kirchnerista, amenazó con un paro nacional si no se modificaba la letra del proyecto, mientras el protocolo antipiquetes se desplegaba por las calles.

La economía se mantuvo en pausa desde marzo pasado a la espera de que el Gobierno demuestre poder político y capacidad negociadora para llevar adelante su gestión. La elección cambió la ecuación en el Congreso y modificó el humor social, particularmente en el sector privado, pero la necesidad de alcanzar acuerdos amplios para gobernar continúa. El oficialismo y la oposición lo saben.