

Daniel Scioli recibió cataratas de críticas del kirchnerismo que en su mundo paralelo esquivó con su usual estilo. Las imágenes lo replican descostillándose de risa (no podría caberle otra descripción a un Scioli poco demostrativo) con la imitación que Fátima Flores hizo de su mujer, Karina Rabolini. También bromea con la imitadora que enfureció a la Rosada desde el programa de Jorge Lanata, cuando con la voz y el gesto de Cristina le dice que lo quiere. Él ríe y responde: "Yo también". En Twitter se favea además una foto en la que Scioli y Rabolini se abrazan con Carmen Barbieri. "Entre sus dos amores", escribe en la red social la primera dama bonaerense sobre la actriz que ayer mismo posó en Mar del Plata junto a Sergio Massa y con un cartel en sus manos que lo define (a Massa no a Scioli) como el "distinto" que puede ser Presidente (ver aparte).
La campaña que legalmente no arrancó ya tiene declaraciones de alto voltaje. En este juego ("laburo" en la definición del bonaerense) nadie es naif y todos conocen las reglas. Scioli volvió a encender la mecha al asistir a un evento del diario Clarín y bromear con la humorista que enervó al kirchnerismo. La respuesta fue inmediata y previsible: se encolumnaron los precandidatos K (Florencio Randazzo, Sergio Urribarri y Julián Domínguez), el ex diputado Martín Insaurralde (su socio en la última elección) y finalmente ayer, desde un atril montado nada menos que en la Casa Rosada, Jorge Capitanich.
Todas las encuestas, por más o por menos, dan hasta ahora a Daniel Scioli como el precandidato mejor posicionado dentro del Frente para la Victoria. La intención de votos no lo protege. Dijo Capitanich: "La línea divisoria de aguas en la República Argentina está clara: (los candidatos presidenciales) o están con los grupos corporativos concentrados o están con este proyecto político que ha transformado la vida de millones de argentinos".
En la zona atlántica, Scioli siguió como si nada, de campaña de Santa Teresita a San Bernardo, pasó por Pinamar y regresó a Mar del Plata. Respondió (también previsiblemente) con frases calcadas de su diccionario naranja. Mientras en su entorno relativizaban los dichos del jefe de Gabinete, hubo funcionarios que en las redes sociales dijeron cosas como que sus adversarios internos le pegan para que responda y los ayude a subir en las encuestas, o que los que consumen los medios criticados también votan. Hasta señalaron en voz baja que Capitanich no se refería a Scioli y recordaron que con las corporaciones casi todos los funcionarios del Gobierno tienen diálogo pero sin hacerlo público.
Scioli en cambio fue muy medido, como siempre.
Y Sergio Urribarri no se anduvo con eufemismos. Delfín de Julio De Vido, habló del "riesgo" de votar a Scioli porque "Daniel no ha demostrado, al menos en su carrera política, pararse y estar firme ante las presiones que ha tenido". Y agregó que "no da garantías de cuidar los logros" del kirchnerismo y "mucho menos de profundizarlos".
El gobernador bonaerense, como si fueran declaraciones casuales, mandó mensajes por radio y en una conferencia de prensa convocada para hablar sobre el Operativo Sol: "La pelea entre dirigentes no mejora ni la seguridad, ni la salud"; "El peronismo, el Frente para la Victoria, necesita de la unidad de todos los sectores"; "Hay encuentros tradicionales en los que se agasaja a los elencos que participan, yo voy, saludo y eso no tiene otra interpretación". Por si no quedaba claro que evitaría la contienda señaló: "Este laburo no es ni para quejosos ni para quisquillosos". Y concluyó que "la garra la uso en el buen sentido, no en reaccionar cada vez que uno dice algo".
Fiel a su estilo continuó el día con cambios de ropa que siempre incluyeron algo naranja (sweatter, gorra, camisa), el mismo color de su gestión que criticó (sin nombrarlo) la Presidenta.














