

Desde los inicios como país, nuestra historia está marcada por el arribo de millones de inmigrantes. Muchos de ellos se establecieron en forma definitiva creando lazos con los habitantes de esta tierra y nuestras costumbres; haciéndolas suyas y transmitiendo las propias. Otros, caminaron por nuestro suelo dejando sus huellas y, más tarde, decidieron partir. Estas huellas también quedaron reflejadas en el preámbulo de nuestra Constitución Nacional, donde se otorga igualdad de derechos y obligaciones tanto a nativos como a extranjeros:
"...con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino..."
Esta ley abrazó a muchas/os de nuestras abuelas y abuelos, que hicieron de éste, su suelo para transcurrir su propia vida y la de su descendencia. Es por eso que, si pensamos en la historia personal de cada uno, muchos de quienes habitamos este suelo encontraremos en nuestra familia recuerdos con olor a viajes, valijas, añoranzas de otros suelos y otras palabras para expresar los sentimientos más profundos. Quienes somos hoy, las comidas, la cultura y hasta un gran número de apellidos, cargan historias de otros lugares que fueron la cuna de muchos ancestros.
Y es así como las escuelas también han cobrado un rol importantísimo, han abrazado esas historias y han creado lazos de arraigo de los padres, a través de sus hijos.
Los espacios de educación debemos tener presente esa mirada que permite abrir sus puertas para cobijar tanto lo nuestro y autóctono como así también, las diferentes nacionalidades y trayectorias de vida, estimulando la enorme riqueza que genera el encuentro de lo diverso. A lo largo de estos años, muchas familias de distintos orígenes habitaron y habitan nuestro país y nuestras escuelas. Poco a poco, el tiempo nos enseñó a conocernos y a crear nuestra propia historia en forma conjunta. Para albergarlos desde la educación, aprendimos palabras, conocimos sabores, enseñamos costumbres y brindamos lo nuestro. Nos enriquecimos. Caminamos juntos. Diseñamos proyectos, nos adentramos en su cultura, sus festividades. Nos animamos a enfrentar las adversidades y a romper barreras. Generamos acciones en pos de conocer lo que es igual y lo que es diferente en los distintos niveles de educación por el que pasarán los estudiantes, indagamos qué lugar ocupan los docentes dentro de sus comunidades, cómo son sus modos de relacionarse con ellos, qué rol cumplen las familias en cada etapa de formación, cuáles son los derechos y las "verdades" que rigen en torno a las infancias, adolescencias y juventud, en las diversas culturas que llegan a nuestras aulas
A su vez, también se impone la necesidad de emprender un camino de formación profesional para acompañar, de la mejor manera a los niños, niñas y jóvenes provenientes de otros países, en el proceso de inserción, aprendizaje y apropiación de nuestro idioma y/o nuestra cultura, promoviendo que no se alejen de la propia, destacando lo valioso de cada una y la riqueza de este encuentro. Aprendimos y aprendemos de lo que traen consigo, de sus sistemas educativos, las diferencias, las coincidencias, los tiempos, las emociones, su manera de expresarlas y los sentimientos que genera el desarraigo. Es importante llevar a cabo acciones concretas, como espacios para la apropiación del idioma español como segunda lengua, en los ámbitos que transitan, así como promover encuentros culturales y de intercambio, brindando la posibilidad de contar con "compañeros tutores" que ayuden a conocer y adentrarse en el conocimiento de los espacios y de las características propias del sistema educativo (metodologías de enseñanza/aprendizaje, evaluación y acreditación, cantidad de años de cursada según los niveles, edades estimadas para el inicio de cada nivel, etc.) También es muy importante buscar lazos y acercamiento a instituciones, asociaciones y fundaciones que atiendan lo específico de las diversas temáticas y/o problemáticas, vinculadas a las distintas comunidades y al modo de relacionarse con la educación de sus hijas/os.
Discernir y mirar de manera espacial, para atender con vocación y compromiso las necesidades específicas de las familias y la de los estudiantes que vienen de otras culturas y que habitan los establecimientos educativos, es un claro objetivo que debemos proponernos alcanzar, quienes elegimos la educación como profesión. Tenemos la responsabilidad de promover en los equipos directivos y docentes esta manera de sentir, mirar y proyectar la educación en los diferentes niveles. La capacidad de incluir culturas e idiomas es, sin dudas, un diferencial y un valor inigualable para quienes necesitan ser mirados desde esa singularidad y se convierte en un marco de contención en la vida de las personas. Es tan importante como atender cualquier otra de las diferencias o necesidades que aparecen en el amplísimo abanico que se despliega en los ámbitos educativos. Contemplar estas cuestiones y convertirlas en acciones, habla de la búsqueda concreta y activa de considerar esta temática como uno de los tantos desafíos para promover una educación inclusiva, un espacio donde cada uno tiene su lugar.













