Los problemas económicos de los argentinos se vinculan con los precios o con el dólar básicamente. Sin embargo, desde el lado corporativo los problemas se concentran generalmente en otras cuestiones. Las multinacionales, por ejemplo, piden enviar sus dólares a las casas matrices, otras empresas pretenden mayor libertad para importar.
Pero hay otros reclamos que no figuraban en el radar del Ejecutivo. Un ejemplo concreto es que el dólar soja 1 y 2 permitió al Gobierno fortalecer las reservas y despejar un posible horizonte de salto devaluatorio abrupto.
Es verdad que siempre desde el Banco Central dieron a entender que la posibilidad de devaluar era más un deseo del mercado que una realidad, dado que el cepo y el control de los dólares entregados a cuentagotas a las empresas para que puedan importar funcionaba a la perfección para mantener el tipo de cambio sin riesgo de un movimiento abrupto. Pero en concreto, el dólar soja 1 y 2 llevaron cierto alivio a los mercados y tal situación permitió transitar el último trimestre sin grandes sobresaltos macroeconómicos.
Sin embargo, su implementación no dejó a todos contentos. Hay empresas que pusieron el grito en el cielo. Los sectores productivos vinculados a la cadena de valor de la oleaginosa aseguran que se generaron efectos negativos. Es por eso que ahora piden ser considerados a la hora de planificar y ejecutar el dólar soja 3.
Una de las que se considera perjudicada es la industria del biodiésel, ya que al subir el precio de la soja, subió a la par el del aceite de soja, insumo a partir del cual se elabora el biodiésel que luego será mezclado con el diésel de hidrocarburos para llegar a los surtidores.
Con el dólar soja, el aceite de soja pasó de u$s 850 a u$s 1100 la tonelada. El reclamo de las empresas es que el incremento en los costos no puede ser trasladado al precio del biodiésel, ya que el mismo es regulado por la Secretaría de Energía. El resultado, siempre según el sector, fue la pérdida de rentabilidad de las plantas, la disminución en la producción o la paralización de las mismas y la amenaza siempre latente de perder puestos de trabajo.
Pero como conformar a todos es imposible, situación que además está inmersa en un contexto de crisis local y mundial, el desafío al que se enfrenta el Gobierno es muy importante.
El Gobierno, a pesar de la inflación y de los esfuerzos para tratar de bajarla, tiene algunos números que puede mostrar y que están lejos de ser malos. Un ejemplo es que a pesar de todo, el empleo se mantiene en crecimiento. No es poco para el contexto en el que se vive.














