Hay un batallón de referentes espirituales haciendo un gran esfuerzo por explicar lo inexplicable. El arzobispo Marcelo Sánchez Sorondo dijo que "el Papa no es peronista, ni kirchnerista, ni de ningún gobierno". El vocero del episcopado Jorge Oesterheld agregó que "Su Santidad está analizando su agenda, su visión geopolítica y el proceso que se va viviendo", a la par que Marcelo Figueroa, amigo personal y director del diario del Vaticano, afirmó que "pensar que Francisco no quiere venir al país es no conocerlo". Para la política resulta irrelevante la explicación de semejantes motivaciones profundas. El ex presidente americano Harry Truman escribió que la decisión de tirar la bomba atómica fue "una responsabilidad horrible". Sin perjuicio de ello, lo único que quedó en limpio para la historia fueron los escombros de dos islas japonesas.

En tal sentido, Francisco visitó nueve países latinoamericanos en los casi cinco años de su pontificado. No tiene previsto venir a Argentina este año y sería improbable que lo hiciera en el marco de un año electoral como el próximo. De hacerlo en 2020, regresaría a su país natal a los siete años de iniciado su papado, un intervalo superior a los seis años de su predecesor Benedicto respecto a Alemania y muy distante del escaso año transcurrido entre la unción de Juan Pablo II y su histórica visita a Polonia en 1979. En ese contexto, el presidente Macri fue al Vaticano en 2016 y consideró que su encuentro con el Papa Francisco "sirvió para poner fin a las múltiples especulaciones". Lamentablemente, las fotos no sintonizaron con las declaraciones. Gestos adustos en el marco de una reunión de visible tono protocolar que representó más la continuidad que el cierre de las conjeturas.

Una tercera evidencia cierra este combo. La reciente visita de Francisco a Chile no sólo no contó con presencia visible de ningún dirigente político ni funcionario ligado al oficialismo sino que hasta sirvió para que el Papa se encontrara en privado con tres dirigentes ligados al "campo popular" local. El más emblemático de ellos, Juan Grabois, venía de sostener en los últimos días una dura pelea mediática con periodistas de primera línea del Grupo Clarín respecto a su eventual papel como vocero informal de Francisco. Todo ese panorama basta y sobra para que la torre de control macrista se ponga nerviosa ante la sospecha de que una figura etérea que tiene un nivel de popularidad transversal que supera el 80% según datos del encuestador Gustavo Córdoba, pudiese jugar a futuro algún papel político como el que ya desempeñó informalmente en la elección de provincia de Buenos Aires de 2015 a través de diferentes iglesias y parroquias.