

El Gobierno tropezó con una piedra conocida: como admitió más de una vez el propio Mauricio Macri, pecó de optimista con la inflación. Un día después de que el Presidente tratara de enviar un mensaje tranquilizante sobre la baja de los precios, tuvo que enfrentar la dura realidad que transmitió el Indec: la variación de 2,9% que hubo en enero cortó el sendero bajista iniciado tras el pico de 6,5% registrado en septiembre pasado.
El problema que tiene la administración Cambiemos es que el ajuste que tuvieron varios precios regulados le pone un piso alto a la variación. En el mes que pasó impactaron servicio telefónico y de internet, agua, transporte público y cigarrillos. Y en los que vienen hay que esperar más subas en las tarifas de gas y electricidad, en el boleto de transporte público y en el precio de las prepagas, así como en educación y combustibles.
Por esa razón, la posibilidad de que cada factor estacional empuje el IPC de los siguientes tres meses aún es alta. Alimentos tuvo un aumento de 3,4% (en el área metropolitana fue de 3,8%), registro que sorprendió a los funcionarios. Lo adjudican en parte al impacto de las lluvias en el norte y centro de la provincia, que dificultaron el abastecimiento de varios productos, entre ellos la carne. También sucedió lo mismo con rubros ligados al turismo, como restaurantes y hoteles y recreación.
La baja del dólar y de las tasas había calmado la ansiedad oficial, ya que hasta el momento se mostraba como una fórmula efectiva para crear una expectativa positiva en términos de inflación esperada. La realidad puede ser otra. Si en el BCRA y en Hacienda había algunos que reclamaban ir con cautela, su postura se verá reforzada. Y con razón.














