La estrategia pensada por el Gobierno para modificar la distribución de ingresos y mejorar la crítica situación socioeconómica en el país tropieza con las limitaciones de su propio diseño. La apelación recurrente al aumento de la presión fiscal para abastecer las arcas del Estado, de manera que, con ello, se pueda sostener el nivel de subsidios y la política de asistencialismo; se encuentra hoy ante la infranqueable barrera de la debilidad política que disparan las internas oficialistas e, inclusive, el reclamo creciente de una solución duradera por parte de una sociedad que padece angustiada las consecuencias de una inflación multiplicadora de pobreza. Condenado a dormir en un cajón. Así piensa el oficialismo que será la suerte que corra el proyecto del impuesto a la Renta Inesperada que el Gobierno patrocinó de la mano del ministro de Economía, Martín Guzmán, pero cuya aprobación y, siquiera su tratamiento en el recinto, parece más lejana que la distancia que separa hoy al presidente Alberto Fernández de la vicepresidenta Cristina Kirchner, aunque el primer mandatario esté decidido a acercar posiciones. Y es que esa división entre albertistas y kirchneristas, que enmarcó la salida de Matías Kulfas del Gabinete, no solo condiciona sus propios votos, sino que le resta fuerza a la hora de sumar voluntades en un Congreso en el que toda iniciativa que proyecte agregar o aumentar tributos aleja cualquier posibilidad de entendimiento con la oposición. En ese escenario, siempre se apela al mismo recurso: emitir más pesos para sostener un nivel de gasto que ya trepó 22 puntos por encima de la inflación, sobre todo si con un movimiento de números se puede evitar incumplir las pautas acordadas con el Fondo Monetario. Pero esa emisión, que ya le aportó más de $ 500.000 millones al Tesoro en lo que va del año, alimenta también esa bola de nieve inflacionaria que afecta a todos los argentinos y, paradójicamente, deja sin el pan al 40% de la población (más de 18 millones de personas, según el último censo) que viven bajo la línea de la pobreza, como alertó la Iglesia al pedir soluciones estructurales que contemplen la educación, la salud y el trabajo. La inflación elevada en la Argentina, que según los analistas superó el 5% en mayo y también proyecta hacerlo este mes, precede a la suba global en el precio de los commodities que causó el impacto de la guerra en Ucrania. Tiene un motor en el desequilibrio fiscal y en la emisión monetaria, como ha reconocido el propio Guzmán, pero también en el nivel de incertidumbre que la misma evolución descontrolada en los precios provoca en los diferentes agentes económicos. En definitiva, más allá de la avidez de algunos, las remarcaciones se producen en muchos casos por el mayor costo de reposición que significa una inflación tan elevada, ya sea en grandes empresas como en un pequeño productor. Por ello, transitar el mismo camino solo lleva a caer en los mismos pozos. La Argentina necesita una solución de fondo para bajar la inflación y reducir la pobreza.