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Dime con qué español te franeleas y te diré quién eres. En las últimas 72 horas asomaron por la política argentina Alberto Núñez Feijoó, el presidente del Partido Popular y con altas chances de gobernar aquél país el año que viene, y Felipe González, el ex presidente del Partido Socialista.
Hicieron giras bastante previsibles. Núñez Feijoó, habitual anfitrión de Mauricio Macri en Madrid, participó de diversos actos con los referentes del PRO y hasta donde se sabe no cruzó palabra con referentes del gobierno nacional, en el marco de una gira por algunos países de Latinoamérica.

Hizo hincapié en su cruzada anti populista en entrevistas a diversos medios. "El populismo siempre quiere tener controlada a la gente", postuló entre otras definiciones en las que aprovechó para apostar por el triunfo de "alternativas" en las elecciones del año que viene aquí y en su país.
González, aunque también se reunió con Patricia Bullrich, protagonizó un panel convocado por el Grupo de los 6, el sello que reúne a las cámaras industriales más poderosas del país. Muchas veces lobbista palaciego de las multinacionales de su país, el ex presidente se despachó con su mensaje pro diálogo y repasó los detalles del tan mentado Pacto de la Moncloa, el acuerdo de la transición democrática tras el franquismo.

En el Hotel Alvear, sorprendió la coincidencia en estos momentos de grieta de figuras nacionales como Juan Manzur, Wado de Pedro y el Chino Navarro con opositores, como los radicales Mario Negri o Martín Lousteau o la dirigente larretista Julia Pomares y miembros de la Corte Suprema como Ricardo Lorenzetti, Juan Carlos Maqueda y Carlos Rosenkrantz.
El ambiente estimulaba hasta los abrazos amistosos de un Daniel Funes de Rioja, representante de las alimenticias, con un Rodolfo Daer, su sindicalista paritario; surgían las bromas futboleras de un Hugo Moyano, de paso turbulento por Independiente, con el economista y reciente campeón con Racing, Carlos Melconian. Adrián Werthein, Rubén , Hugo Sigman, Eduardo Eurnekian, Alejandro Bulgheroni, Eduardo Elsztain y Martín Cabrales fueron la cara del capital que parecía sponsorear la preferencia por que se encauce el país en algún tipo de acuerdo macro con nuevas reglas laborales y, si fuera compatible, con consenso social.
Más allá de que podía soñar al cuentito que repite un señor que tiene encima más fechas que Coldplay hablando de la necesidad de diálogo, por un momento atrapó la atención con un par de definiciones. "No hay que quedar a merced de los grupos antagónicos", soltó, y agregó: "Si usted ve a alguien muy seguro, o es un sectario o está equivocado". Además, puso el dedo en la llaga de los referentes gremiales presentes: "Hay que negociar pensando en la inflación prevista, para frenar la galopada".
ALGO ESTÁ POR PASAR
Son apenas señales, nada más, del tipo de acercamiento que tienen las principales figuras políticas sobre cómo se deberían enfrentar los desafíos de un país al-borde-de.
Estamos al borde de que todo se vaya más de cauce, con la inflación de alimentos básicos en 120% en el Conurbano el último año según las mediciones del instituto Isepci; estamos al borde de quedarnos sin dólares si a la sangría de divisas le sigue una sequía fulera que afecte ya no solo al trigo sino también a la soja; y estamos en una economía que da señales de que algo va a pasar con la moneda. Muchas pilas de billetes para pagar en pesos. Un queso por salut no se alcanza a pagar con el papel de mayor denominación. Las estadías en la costa atlántica te las pasan en dólares. Y los taxistas avisan que en breve un viaje no les va a entrar en el relojito: ya les dejaron un solo decimal, porque casi todo traslado tiene cuatro dígitos.

Pero también alguien podría decir que es un país al borde de tomar impulso. Al borde de, si no se pudre con los combustibles fósiles en el mundo, aprovechar un gasoducto desde el año que viene para ahorrar divisas en gas y eventualmente poder exportar. Al borde de romperla con el litio, la minería metalífera, el software, el turismo o el cannabis. Pero claro, siempre y cuando haya un punto de acuerdo como para desatar la traba eterna de cómo ordenar cuentas públicas, con qué reglas producir y de qué forma educar a la población para que se suba al tren de un eventual crecimiento para que sea con inclusión.
Ahí están los que se juntaron con Núñez Feijoó y entienden, más o menos, que hay que ir con todo para "hacer las reformas estructurales de una vez" por lo que "hay que generar el consenso social de la necesidad de un giro radical". Son las ideas de Macri con sus definiciones tajantes sobre el futuro de Aerolíneas Argentinas, que incluyen escenarios de tener un mes sin aviones en el que haya que operar la torre de control con las Fuerzas Armadas hasta que los gremios entiendan que deben racionalizarse.
En Juntos por el Cambio algunos -cuidado- ven la murga que hay en el Gobierno y piensan que ya es cuestión de ver quién los va a sacar en las urnas. La cancherean. Sienten que tienen más cuadros que Costantini y todo será un paseo. Apenas usan la película de Netflix "All quiet on the western front" para hablar de la postura naif que hay sobre volver a la Casa Rosada. Es la historia de chicos que soñaban con ir a la Primera Guerra Mundial para ser héroes rápido y se encontraron con el horror cuando llegaron al frente de batalla.
Y ahí están los que escucharon a Felipe González. Son una parte del oficialismo y de la oposición que sugieren que no queda otra que un acuerdo transversal para encarar el balurdo que ya nadie aspira a resolver mágicamente, ni con lluvia de inversiones ni con la vuelta del Estado que llene la heladera. Se trata de una mirada que tal vez necesite una retrospectiva tanto de la centroderecha que la chocó entre 2015 y 2019 y dicen "no nos dejaron las corporaciones", como del peronismo-progresismo-kirchnerismo, que en muchos casos reivindica los números del fin del gobierno de Cristina Kirchner sin incorporar la pregunta de si eran sostenibles, por ejemplo, la energía regalada y la licuación de reservas.

Si ocurriera, un acuerdo en la Argentina debería firmarse en un Registro de la Propiedad Automotor. Total, el reparto discrecional de las cajas de las transferencias de autos es un Pacto de la Tongoa que cruza toda la política donde nadie puede tirar la primera piedra. No hay quién niegue que desde la vuelta de la democracia se consiguen todo tipo de favores a cambio de una designación en una oficina de ese sistema recontra opaco del régimen registral argentino.
Hoy está bajo fuego el ministro de Justicia, Martín Soria. Intervino la oficina Centenario 3, de Neuquén, y designó a Emilce . Es su cuñada. Todavía no pudo explicar por qué.













