

La legislatura porteña sancionó en junio 2014 un proyecto para no cobrar peajes si hay demoras. El fin declarado fue proteger los derechos de los usuarios de autopistas, contrarrestando los embotellamientos cada vez más severos en las horas pico. Esta norma, que fue vetada en julio por el poder ejecutivo debido a cuestiones de seguridad vial, en realidad hubiera sido contraproducente respecto a sus objetivos declarados.
Se puede entender esto con un experimento mental. Consideremos una vía donde pueden circular como máximo 10 autos por minuto. Entre las 8 y las 18 circulan justo 10 autos por minuto, mientras que en el resto de los horarios circulan 5 autos por minuto. ¿Qué pasa con los tiempos de viaje si se agrega un vehículo que circula antes de las 8 o después de las 18? Nada, ya que no hay congestión.
Pero un auto que se agregue después de las 8 produce un efecto multiplicador. Individualmente, va a tener que esperar 6 segundos más para completar el viaje. Colectivamente, produce un efecto en cadena que hace que cada uno de los autos que siguen en el horario de 8 a 18 horas se retrase 6 segundos. Si este auto se agrega a las 8 de la mañana, se suman en total 6 segundos por cada uno de los 10 autos que circulan por minuto, multiplicado por 60 (minutos por hora) y 10 (horas en el intervalo central entre las 8 y 18). Eso implica una pérdida de 6000 veces más tiempo que los 6 segundos que pierde ese auto particular por viajar en hora pico. Esa demora total no la toma en cuenta el conductor individual, ya que no es de su incumbencia, pero los legisladores porteños sí tendrían que considerarla porque afecta el bienestar de la comunidad.
Lo que la Legislatura podría hacer, para evitar contribuir a los embotellamientos cada vez más severos, no es proponer levantar las barreras para los automovilistas particulares en las horas pico. Podría en cambio proponer: primero, eliminar los peajes y dejar las barreras levantadas en horas de la madrugada cuando casi no hay tránsito; segundo, reducir los peajes fuertemente en los horarios intermedios para estimular que los automovilistas viajen en horas menos congestionadas; incluso se puede agregar una tercera propuesta, subir los peajes a los usuarios particulares en los horarios más complicados para ayudar a internalizar el efecto que las decisiones individuales tienen sobre el bienestar colectivo.
Respecto al transporte público de pasajeros, no tendría por qué ser castigado con peajes más altos en horas pico ya que justamente es una forma de transporte que combate la congestión vehicular. Si queremos evitar que movilizarse en la ciudad se vuelva una pesadilla cada vez peor, tenemos que incentivar el transporte público. Eso implica ponerse a pensar en la calidad del servicio para volver a poner a Buenos Aires en el tablero de las urbes de avanzada en el mundo.










