

El mercado de la infraestructura en Brasil ha cambiado fuertemente luego del Lava Jato, el famoso escándalo en el que se demostró la existencia el mayor sistema de corrupción de obra pública de Brasil perpetrado durante el gobierno de Lula da Silva y Dilma Rousseff, con la ayuda y participación de prácticamente todas las fuerzas políticas de ese país. Este proceso llevó a la prisión a grandes empresarios, provocó la caída por juicio político de la expresidenta Dilma, la prisión de Lula y principalmente transformó como un huracán a toda la industria de la construcción, el sistema de concesiones y la infraestructura de Brasil. En los últimos siete años asistimos el ascenso de constructoras hasta ahora desconocidas en la obra pública y nuevos fondos de inversión internacionales que fueron ocupando el vacío que dejaron las grandes constructoras brasileñas.
Las pequeñas y medianas constructoras están llenando el vacío que dejaron los exlíderes del sector en 2015 y 2016 por el Lava Jato. Este período también estuvo marcado por una severa recesión. Hubo una renovación del 65% en la lista de las 20 mayores constructoras de Brasil desde el inicio del operativo anticorrupción. Sólo siete de las 20 constructoras que actualmente encabezan la lista de proveedoras estuvieron entre las más grandes en 2013, cuando el país tuvo el mayor porcentaje de inversión en infraestructura con relación al PBI del siglo (2,4%).
Según el análisis de especialistas, se observa una fragmentación en el sector de la construcción. Las pequeñas empresas se han convertido en medianas. Las que antes eran de tamaño intermedio progresaron poco. Muchas desaparecieron. Constructoras que estaban en la mira de investigaciones por corrupción en obra pública se redujeron hasta en un 90%. Antes de la crisis, las cinco mayores empresas del sector facturaban más de u$s 1,5 mil millones anuales cada una. Ahora, no hay ninguna empresa cercana a ese nivel de facturación. Como ejemplo encontramos a Odebrecht, que facturó u$s 2,5 mil millones en 2013, y actualmente sigue siendo uno de los lideres del sector, pero con un nuevo nombre: OEC. Pero tiene un 70% menos de ingresos, cerca de u$s 600 millones por año.
Hubo una reconfiguración en la participación del Estado en la economía durante este período de casi una década. El gobierno brasileño, que anteriormente hizo grandes inversiones en infraestructura, vio reducido su presupuesto en los últimos años debido a las restricciones fiscales. Cabe recordar que el gobierno de Michel Temer, quien asumió luego de la caída de Dilma, aprobó la Ley del Techo del Gasto Público que limitó el crecimiento del gasto público en todos los niveles gubernamentales en Brasil.
Entonces como consecuencia de la restricción presupuestaria impuesta por ley, el expresidente Jair Bolsonaro terminó su mandato en 2022 habiendo invertido u$s 20 mil millones en 4 años en grandes obras, sumando la participación de grandes empresas estatales, como Petrobras y Eletrobras. Sin embargo, si analizamos el total de inversiones comprometidas por concesiones y PPP, el valor llega a más de u$s 50 mil millones hasta el 2030. No es mucho, si lo comparamos con el auge del gasto público durante el primer mandato de Dilma, desde 2011 a 2014, donde hubo un pico de u$s 60 mil millones en inversiones en infraestructura. Fue el más grande de las últimas dos décadas. Pero luego sobrevino la crisis económica y política más profunda de Brasil en el trienio posterior al 2014, achicando fuertemente la obra pública e instaurando la desconfianza hacia las grandes empresas brasileñas.
La reconfiguración del gasto público en Brasil, en todos los niveles gubernamentales llevó a la ampliación de las estrategias de concesiones y PPP para compensar la falta de gasto público para invertir en infraestructura. Frente a este escenario, muchas constructoras brasileñas de mediano o pequeño porte ahora prefieren entrar en licitaciones como proveedores de los concesionarios, buscando ser la constructora de la concesión adjudicada.
Antes, era común que el gobierno licitara directamente la construcción dando espacio a la corrupción. En consecuencia, las autoridades tenían un incentivo para obtener el mayor beneficio posible del valor de la obra en sí. En el actual modelo de concesión, el ganador de la licitación de la concesión prestará un servicio durante décadas. En una concesión vial, por ejemplo, el concesionario gana la subasta si demuestra que brindará el mejor servicio durante 35 años. El repago de la inversión se produce recién después de 10 años. Muchas constructoras se han adaptado a los nuevos modelos de contratación. Otras grandes constructoras quebraron directamente.
Por ejemplo, en 2021, la española Acciona compró la concesión de la Línea 6 del metro de San Pablo, inicialmente a Move São Paulo, formada por Odebrecht, Mitsui, UTC y Queiroz Galvão. En dicha PPP, Acciona es responsable de excavar los túneles por los que viajarán los trenes. Luego de que las grandes contratistas brasileñas dejaran de ser protagonistas, los fondos de inversión soberanos como Mubadala, de los Emiratos Árabes Unidos y los fondos nacionales se han estado moviendo para ganar los proyectos de infraestructura ofrecidos en concesión. A nivel mundial, es común que los fondos lideren estos proyectos de PPP, y tras ganar la licitación, contratan a la constructora que ofrece el mejor servicio.
Brasil, atrajo en 2022 u$s 92 mil millones de inversión directa extranjera, siendo una porción importante para infraestructura desde aeropuertos hasta energía, rutas y cloacas entre otros. Grandes y medianas multinacionales están ingresando al mercado brasileño, aprovechando esta reconfiguración del tablero de la industria en Brasil, con el objetivo de participar en nuevas licitaciones, obras de infraestructura y concesiones. Pero lo que siempre se observa es que buscan un joint venture con alguna empresa brasileña, alguna constructora mediana o en ascenso donde puedan descansar la estrategia de landing y cogestionar la inversión y operación de los proyectos adjudicados.
Como dicen amigos del mercado, Brasil no es para principiantes, pero con el socio local correcto y la estrategia de nicho adecuada, se logran grandes proyectos.













