Las fuertes turbulencias que afectaban a la economía argentina cesaron al conocerse elfuerte apoyo del gobierno de los Estados Unidos al país. En la previa y luego de las elecciones de la provincia de Buenos Aires, la combinación de un riesgo político en ascenso y algunas debilidades del programa económico generaron la sensación de "frazada corta". El consenso parecía ser que no habría divisas suficientes para sostener el techo de la banda cambiaria y cumplir con los pagos a los bonistas de enero de 2026.

El pánico parecía algo exagerado. En definitiva, con un traslado de la depreciación del tipo de cambio a precios bastante contenido, la falta de acceso a los mercados obligaba al Gobierno a comprar dólares en el mercado para servir la deuda y eso, en el corto plazo, hubiera presionado al alza al tipo de cambio real y seguramente habría obligado a terminar con la banda de flotación cambiaria o, alternativamente, a subir el techo.

De hecho, si se observa el programa acordado con el FMI se preveía un acceso al mercado por u$s 4.000 millones en 2026 y u$s 5.000 millones en 2027 y mejoras en las reservas equivalentes a u$s 1.000 millones por mes. Reemplazar con más compras en el mercado los u$s 9.000 millones no parecía de una entidad tal para derrumbar el programa económico. Eso no significa que pudiera cumplirse con las metas de acumulación de reservas más esas compras adicionales dentro de la banda cambiaria vigente, pero no implicaba que caminábamos inexorablemente al default.

El apoyo del Tesoro de Estados Unidos es un puente que debemos aprovechar para corregir algunos errores políticos y económicos. (Fuente: Archivo)
El apoyo del Tesoro de Estados Unidos es un puente que debemos aprovechar para corregir algunos errores políticos y económicos. (Fuente: Archivo)

Pero la política había metido la cola al tratar de moderar la depreciación del tipo de cambio. Eso se concretó a través de ventas de futuros, restricciones a la liquidez y subas en la tasa de interés y al final con alguna venta de dólares spot. El impacto sobre la economía fue negativo. Por ejemplo, desde la fecha de inicio del programa (el 14 de abril) y mediados de julio la tasa de adelantos en cuenta corriente para empresas promedió un 38% nominal anual. Desde entonces, subió a niveles inusitados alcanzando un máximo de 93% el 18 de agosto. Claramente, eso tuvo un impacto negativo en la economía real que ya mostraba algunas señales de estancamiento.

El apoyo del Tesoro de Estados Unidos significa que los temores al default inminente desaparecen y que el swap de monedas podrá utilizarse para moderar la volatilidad en el mercado cambiario. Pero eso no significa que se arreglaron mágicamente todos los problemas. Más bien, es un puente que debemos aprovechar para corregir algunos errores políticos y económicos.

Desde que comenzó la gestión del Presidente Milei, el Congreso migró de un apoyo inicial a romper los vetos. Además, cualquiera sea el resultado de la elección del 26 de octubre, el gobierno no alcanzará la mitad más uno que necesita para aprobar leyes. Por ello, inexorablemente, deberá negociar con la oposición moderada. Un avance importante sería lograr que se vote un presupuesto para 2026 que mantenga el orden fiscal, pero que al mismo tiempo acomode algunos reclamos de esa oposición. Ese primer paso debería ir seguido por la reforma laboral y la tributaria. En definitiva, la mayoría de los gobernadores tiene incentivos para apoyar medidas que eviten sobresaltos económicos porque estos también afectan su gestión.

En el orden económico, el gobierno está aprovechando la oportunidad del apoyo de los Estados Unidos y la liquidación excepcional de divisas por la baja temporaria de retenciones para comprar dólares y bajar la tasa de interés. El tipo de cambio ha retornado dentro de la banda y la tasa de adelantos en cuenta corriente se redujo al 52%. Esta señal es importante, pero insuficiente.

Luego de las elecciones de octubre habrá que abandonar la idea de que el BCRA solo compra en el piso de la banda y reconocer que la acumulación de reservas es necesaria para reducir el riesgo país y eventualmente administrar una flotación libre del peso. Y, si se cumple con lo previsto en el programa firmado con el FMI, una parte de esas compras pueden hacerse con emisión no esterilizada porque la economía debería remonetizarse en pesos, según lo previsto allí, lo que además está avalado por el bajo nivel de los agregados en pesos comparado con momentos de similar tasa de inflación. En definitiva, genera presión inflacionaria solo la emisión en exceso de lo que pida la demanda de dinero.

Eso requiere también abandonar la idea de la dolarización, ya que tiene costos importantes para el funcionamiento de la economía a largo plazo, más allá de que aceleraría la reducción en la tasa de inflación.

En resumen, luego de que se conozca la fuerza de cada actor político en el Congreso el 26 de octubre, hay una enorme oportunidad de avanzar hacia una economía normal. Solo eso aseguraría abandonar la decadencia a la cual nos ha sometido el populismo.