

No fue tanto el fondo como la forma. El recorte de $ 65.000 millones anunciado a primera hora del día por Hacienda tenía como objetivo constituirse en una señal para los inversores. Desde que el escándalo de los cuadernos K creó confusión sobre el sendero político y económico del Gobierno, y la caída en desgracia de Turquía provocó una devaluación en cadena de las monedas emergentes, el riesgo argentino había escalado al máximo de la gestión Macri. La movida de ayer tuvo su efecto, y logró montarse a la tregua global que disparó el rebote de la lira turca. Apelar a decretos de necesidad y urgencia, a sabiendas de que le complicará la negociación con los gobernadores para bajar el déficit en 2019, demostró que la Casa Rosada quería ante todo dar un gesto que le sirviera para tomar aire.
Ayer el Banco Central puso en marcha su plan para desarmar Lebac, y la subasta de dólares alimentada con reservas. En el primer caso, achicó un tercio el stock, y en el segundo, logró recién una baja en el precio de la divisa sobre el cierre de la rueda. La prima de riesgo quedó abajo de 700 y el Merval agradeció la pausa. Hoy circulará una enorme masa de liquidez que tendrá un destino más técnico: los bancos buscarán colocar los $ 200.000 millones vacantes de Lebac a 45% de tasa en Leliq, una letra que solo gira dentro del sistema financiero. La apuesta que falta son las Letes, el instrumento que puede ayudar a financiar lo que no cubre el Fondo. Para que eso suceda, los inversores tendrán que evaluar si el 38% de interés es aceptable frente a la suba potencial del dólar y la inflación. El tiempo ganado se medirá día a día.














