DEBATE

Una Argentina que no va más

Hace años que la Argentina se encuentra en una meseta decadente: hace exactamente siete años que nuestro país (con sus altos y bajos), no crece. Hoy Argentina genera la misma riqueza que en el año 2011, lo que no se traduce en que estemos igual que en aquel momento, sino por el contrario, con una economía que no crece pero donde si lo hace su población. Esto tiene una sola e irrefutable interpretación: la torta es siempre la misma, pero cada vez son más los comensales. Lo que no es otra cosa que expresar que los argentinos somos cada vez más pobres.

A principios de los años 80 la pobreza rondaba el 6%. A mediados de los años 90, la pobreza oscilaba en torno al 16% en sus mejores momentos. En los 2000 golpeaba al 25%. En el 2002 la pobreza llegó al 57% aunque luego se recuperó para promediar desde allí y hasta nuestros días, el 30%.

El 2018 fue un año con indicadores tenebrosos: la pobreza en 33%, la inflación en un 45%, la desocupación en un 10% y lo que más duele: un 50% de los menores de edad están debajo de la línea de pobreza, con una educación de pésima calidad lo que hace de la Argentina del futuro, un escenario oscuro. Por supuesto que la lista es larga: riesgo país por las nubes, el dólar que duplicó su valor en menos de un año y una desconfianza generalizada que da un empujón hacia el precipicio del cual la Argentina se encuentra peligrosamente cerca.

Nuestro país tiene además de sus problemas económicos, serias deficiencias culturales e ideológicas. El tener que explicar a buena parte de la sociedad que de nuestra decadencia se sale produciendo, trabajando, invirtiendo y con mucha educación, y no como muchos creen, esperando pasivamente que el Estado nos salve, hace a la explicación de todos nuestros males. Un país donde la mitad de su gente quiere vivir del Estado (el cual mantiene la otra mitad), y los que lo mantienen ya no quieren hacerlo, transforman a éste en un país insostenible, sin futuro y con miserias mucho más profundas que las económicas.

Sociedad sin futuro ésta que pretende poner la desigualdad por encima de la libertad y la pobreza. Sociedad a la que le han hecho creer que todos debemos ser iguales, aunque el costo de esa igualdad sea la pobreza generalizada. Sociedad donde sus líderes populistas con ideas socialistas solo tienen fines capitalistas solo para sí mismos.

Comprender que el populismo ha intervenido nuestra libertad intelectual es el primer paso. Ese populismo que promete como resultados inmediatos, esos mismos resultados que la razonabilidad, la lógica y la verdad prometerían para el largo plazo, distancia ésta que incluye trabajo, sacrificio y dedicación. En sus discursos falaces han olvidado que la brecha entre el mundo prometido para hoy y el mundo posible para el mañana, es el esfuerzo. El populismo ha esquilmado las mentes haciéndolas creer en un mundo maravilloso, manejado por el Estado como la mano que mueve la marioneta. Nos han intentado matar intelectualmente y el daño que han hecho será difícil revertir.

Los grandes dilemas argentinos (los que hemos transformado en cíclicos), el mundo ha logrado resolverlos: la pobreza, la inflación, y crecimiento. Aquí seguimos jugando al Estado de bienestar, al populismo como dulce canción para los que tengan oídos débiles y a un futuro lleno de promesas pero vacío de realidades.

El tiempo se termina y ésta Argentina es parte del pasado. Debemos decidir si queremos vivir en un país condenado a la pobreza donde sólo queden los que no puedan escaparse, o si por el contrario queremos vivir en un país que comprenda que el destino del mundo es algo muy diferente a lo que hoy es nuestro presente.

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